lunes, 28 de diciembre de 2009

¿DÓNDE ESTOY? ¿QUÉ HORA ES? ¿POR QUÉ ME DUELE TANTO EL CULO? PARTE 2 (CONTINUACIÓN)

"La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena." El chavo del Ocho

(CONTINUACIÓN PARTE 1)

No puedo explicar como o porqué pero sí que debió gustarme pues no opuse resistencia. Me deje ultrajar como una buena puta y seguramente el violador es un gran pingón.
Me limpio con cuidado con ayuda del papel higiénico, al parecer sigo sangrando. Solo ahora comprendo el malestar de las chicas al menstruar.
Sin querer, el saber que estoy emanando sangre del trasero me ha quitado todos los malestares del rebote, ahora solo estamos el dolor de mi culo y yo.
Me baño, me lavo el culo para que no se infecte, el agua que se resbala por mis piernas, cae a mis pies y se cuela por las rendijas del piso de losetas es semi-rosada. Salgo del baño. Me taconeo el culo con papel higiénico, me pongo los pantalones sin calzoncillo, me pongo gotas a los ojos, cuento mi dinero, me pongo la camisa los zapatos y las medias y luego cojo mis cosas y me voy de ese cuarto inmundo donde me rompieron el culo.
Le pregunto a la recepcionista dónde estoy y me dice que en un hostal en el centro de Lima; le pregunto si tiene una Inka colita bien helada y me dice que sí, que a tres cincuenta, y yo pienso que estoy es un robo a mano armada, que no hay respeto por los convalecientes. Le pago y le pregunto si le debo algo más, me dice que nada, que mis amigos pagaron todo, y yo le doy las gracias y salgo con mi mochila al hombro, caminando como pato y sé que la recepcionista me esta mirando el poto y que esta sonriendo golosa por que se imagina lo que me pasó anoche, por que se imagina que me rompieron el culo.
Paro un taxi y me subo, me dice a dónde y le digo al Comercio y le pido que apague su Radiomar plus por que me siento mal, el taxista lo hace de mala gana; suena mi celular, es mi mamá, le contesto y le digo que estoy bien que no se preocupe y al toque le cuelgo, no estoy para sermones y en eso me entra la curiosidad por saber si tomé alguna foto desde mi celular anoche o deje alguna pista que me ayude a dar con los culpables, y sí, claro que las tomé. Hay están los desgraciados, salen sonrientes, felices, cómplices, como si supieran exactamente que me romperían el culo, como si lo hubiesen calculado desde hace mucho.
Yo solo sonrío y me digo que ha llegado la hora de vengarse y que le voy a romper el culo no solo a ellos si no a cualquier ser humado que se me cruce por enfrente y aunque no estoy bien sentado, en el fondo me siento bien pues el solo hecho de maquinar mi venganza me entretiene; pero a estas alturas de la mañana solo de dos cosas estoy seguro: de que no cagaré en mucho tiempo y de que si este viejo calvo no se apura, llegaré tarde al trabajo.





(PARTE 2)



Nadie dijo que una venganza fuese fácil pero intentar vengar a tu mancillado poto es una misión laboriosa, peligrosa y está demás decir que excitante.
El proceso de recuperación es lento pero ya noto las mejorías, mi evacuación intestinal, que lógicamente era mi mayor preocupación, la estoy llevando a cabo con éxito gracias a unos laxantes muy buenos y aunque sigo convaleciente e tratado de seguir con mis labores diarias, que son muchas normalmente. Ahora solo una cosa me perturba y me quita el sueño: el vengarme de los dos mequetrefes que ingresaron en mí sin el debido consentimiento y peor aún, por la puerta falsa.
Pude saber quienes eran gracias a la nunca menos apropiada cámara fotográfica de mi teléfono celular. Una cámara que de por sí siempre pensé inservible y desdeñable, pero que ahora me ha servido para reconocer a los mercenarios pinga loca que me horadaron el culo.
El solo hecho de reconocerlos y saber quienes son es una sorpresa. Nunca pensé que tan buenos muchachos, bastante heterosexuales ellos, por cierto, con novias riquísimas y además críticos tan feroces de blog´s de ambiente, se hayan dejado fotografiar tan placenteramente con sus sexos erguidos, tocándose unos a otros, permitiéndose la osadía de ingresar a mi boca los dos a la vez. Ver las fotos me provoca una sonrisa enorme, no hay crimen perfecto, pienso.
Pero que clase de avaros mentales pueden ser estos imbéciles para dejarse fotografiar por un ser tan peligroso como yo. Que pensarían estos anormales amigos míos, que me quedaría en silencio lamentándome y amedrentado por su bravuconería infantil. Pues no. El hecho de que también te gusten los hombres no te hace maricón, los maricones fueron ellos, que aprovechándose del estado inecuánime en que me encontraba (o en que me encuentro), forzaron una penetración que en un inicio debió ser negada, pero en fin, no me quejo, esos son los riesgos que uno asume, pero los reto a que así sano como estoy ahora, bueno me acabo de fumar una troncho pequeñito hace un momento para darme coraje, se atrevan a sodomizarme, verán lo que les espera.

Entonces, como les decía, he visto las fotos y me he fumado un tronchito para planear la venganza por que aunque no lo crean así pienso mejor, y se me ocurre la genial y temeraria idea de descargar esas fotos a mi computadora y enviárselas a todo ser viviente que tenga una dirección de correo electrónico activa.
No es una buena idea desde el punto de vista de las consecuencias que traerá, pero siento que es mi deber jurídico reivindicar a mi poto que a sufrido una violación a sus derechos humanos.

Descargo las fotos y las voy enviando, primero a sus novias, luego al correo universitario de la facultad, luego a los catedráticos y al decanato y finalmente a nuestros amigos en común. Coloqué las fotos y un titulo en letras de colores que decía: Los críticos de ambiente. (En alusión a que uno de ellos en un artículo bastante primarioso, criticó la defensa de uno de mis compañeros a un fallo del Tribunal Constitucional a favor de los homosexuales)

Envié las fotos desde un correo recién creado y noté el inmediato impacto que esto causó en toda mi comunidad universitaria. El chisme y las fotografías se esparcieron de inmediato, y por lo que sé hasta el momento, sus novias los han dejado públicamente y ellos aún no dan la cara, se encuentran como no habidos.

Me sentí feliz y vengado, esto es como haber ganado un juicio, como haberlos condenado a la cadena perpetua de llevar sobre su espalda el yugo doloroso y vergonzante de una travesura imperdonable, que les ha costado la reputación y tal vez les cueste la carrera.

Abro mi correo y entre otras cosas veo un correo anónimo, lo leo y dice: Cuídate maricón, te rompimos el culo pero ahora te vamos a romper la cabeza.

lunes, 21 de diciembre de 2009

¿DÓNDE ESTOY? ¿QUÉ HORA ES? ¿POR QUÉ ME DUELE TANTO EL CULO? PARTE 1

A "Caligula".

No siempre tu último día de clases en la universidad tiene que ser bueno, y tengo como probarlo.









Algún Hotel desconocido, Avenida Washington, Centro de Lima.

Son las ocho de la mañana, por lo menos eso puedo ver en mi reloj. Hace unos segundos he abierto los ojos, he despegado mis parpados abruptamente preguntándome al unísono: ¿Dónde estoy? ¿Qué hora es? ¿Por qué me duele tanto el culo?
Gracias a Dios, o mejor dicho, al generoso obsequio de mi amigo Gianfranco, puedo saber que hora es y por lo que veo estoy en un hotel: hay botellas en todas partes, hay restos de cigarros y todo huele como a cantina, incluso yo. De manera que ya sé qué hora es y donde estoy y tal vez que estuve haciendo, ahora solo me falta saber por qué me duele el culo.
La cabeza me va a explotar, todo me da vueltas, presiento que no he dormido mucho, pero estoy seguro de que no podré dormir más. A las nueve en punto debo entrar a trabajar y puedo fallar en todo menos en eso pues la buena plata que gano me tiene esclavizado y me obliga a ser responsable. Trato de recordar qué pasó, como llegué hasta aquí y no puedo, solo vienen a mi mente borrosas imágenes de escenas tan lejanas que sería increíble pensar que sucedieron anoche. Estoy jodido, pienso. Veo la cama e intento recuperar sensaciones, intento sentir que fui feliz sobre ella, huelo sus sábanas y por mi nariz se filtra un olor a sexo a ron a cerveza a marihuana a sudor de hombre, todos fusionados haciendo un mismo aroma, un aromas que me es muy familiar y que está acabando con mi vida o por lo menos me está dejando unas ojeras del carajo.
Tengo dieciocho años y he vivido esta escena muchas veces, tal vez algún día no tendré la suerte de levantarme y me moriré o me morirán, de esta manera tan chicha, tan putañera, pero tan acorde con mi persona. Tengo una sed de mierda, tengo la boca amarga y la nariz irritada. Voy encontrando más pistas: también hubo coca. Trato de buscarla, miro a todos lados y sobre la mesa de noche encuentro entre otras cosas a mi solitaria tarjeta BCP y esa es una señal inequívoca de que mi acompañante o acompañantes se llevaron la restante y me dejaron un rebote horroroso, el peor de mi vida.
Y así, sin moverme, me toco el sexo, que como siempre hasta estas horas de la mañana anda lleno de sangre, asomando la cabeza por algún lado del calzoncillo. Lo toco y luego me llevo los dedos a la nariz: huele a mujer, a coño de mujer. Y ahora sí que no entiendo nada. Lo más lógico era que el co-protagonista de tal desmadre sea un hombre, pero como nada de lo que es lógico resulta siendo tal, mi pinga me huele a coño de hembra y a mí me duele harto el culo.
Qué grande la tengo, pienso. Y ya que pocas veces tengo el placer de verla así, comienzo a masturbarme, más por la curiosidad científica de descubrir si una buena paja te quita el dolor de cabeza, que por placer. Me vengo rápido y en demasía, eso confirma solamente una cosa: que anoche hice de todo menos eyacular. Me limpio con la sábana y pienso brevemente en las personas que se dedican a lavar las sábanas de los hoteles, que innoble labor; por eso estudio y voy a la universidad cinco horas diarias, por eso tengo que llegar a las nueve a mi trabajo, para nunca lavar nada pero para poder ensuciarlo todo.
La cabeza me duele mal y hasta más que antes, aunque no es por nada pero que alivio es sacarte un poco de leche de los huevos, bendito sea el que invento las pajas.
El tiempo que resta para las nueve se va reduciendo y yo aún no he hecho nada ni he descubierto al culpable o los culpables de mi deplorable estado. Se me viene a la mente las peperas pero descarto esa posibilidad al percatarme que mis cosas de valor, entre ellas mi celular, mi billetera, mi nextel, se encuentran a salvo también en el suelo. Eso me permite sospechar que los que estuvieron conmigo anoche son personas de mi absoluta confianza. Pienso en Renato, pero él es un pituquito, el jamás entraría a estos mataderos, se enrroncha y además él no me hubiese dejado aquí tirado a merced de nadie. Él me hubiese llevado en su carro a su casa por que sabe que a mi casa en este estado no llego ni cagando, y me hubiese puesto gasitas calientitas sobre la ñata y me hubiese dado harta Cocacolita para la sed. Además refuerza la tesis el hecho de que Renato hace semanas que no se aparece por la universidad y estoy seguro de que tampoco se imaginaba que ayer fue el último día de clases.
Claro, eso es, el último día de clases, por eso estuvimos tomando y por eso seguramente ahora estoy acá.
Intento levantarme y siento que no debí hacerlo. Me duele todo pero más el culo por eso me levanto de costado y con mucho esfuerzo me pongo de pie. Creo que sigo borracho y estoy haciendo algunas muecas. Arrastro los pies y trato de hacerlo ordenadamente para no irme debruces y cortarme la cara con tanta botella que hay en el suelo. Se me hace tan lejano el baño que pienso que mejor sería mear sobre el piso pero me muero de sed y quisiera tomarme hasta el agua del inodoro. Al pararme se hizo más notorio el malestar en mi baja espalda: me siento como en mi primera vez con Juancito Vargas, que me dejo en cama por semanas, sin la posibilidad de sentarme y peor aún sin la posibilidad de cagar. Qué gran pingón el loquito, saludos a Italia.
Al fin llego al baño, abro la llave del caño y tomo agua de una manera exagerada, atorándome. Lo peor del rebote es que nunca dejas de sentir sed y al principio te desesperas pero ahora, que ya me manejo en la materia comprendo de que todo es cosa de controlarse.
Dejo de tomar agua y me dispongo a orinar y ya no puedo más , me vence el cuerpo ,por eso me siento sobre la taza, me bajo el calzoncillo y orino sentado. Qué rico es orinar sentado. Yo quisiera ser mujer por el solo hecho de orinar sentado, es muy complicado orinar de pie: siempre teniendo que apuntar bien, siempre al cuidado de no gotear o salpicarte y lo peor de todo es que muchas veces sin limpiarte. Y ya casi cuando he terminado creo comprender el motivo del dolor en mi culo. Es un descubrimiento que me paraliza y me aterra y me hace temblar. Toda la parte trasera de mi calzoncillo está cubierta por una pasta rojiza que está entre seca y húmeda y que innegablemente es sangre en grandes cantidades. Me paro asustado y veo que mis piernas también están ensangrentadas. Lógicamente no me ha venido la regla: me han roto el culo. Literalmente me han roto el culo y de la manera más estúpida: en la inconsciencia.

(La parte dos continua el próximo Lunes)

miércoles, 16 de diciembre de 2009

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE LA GRIPE H1N1

"UN AÑO DE PAJAS"

A TODOS LAS PERSONAS QUE COMPARTIERON EL AMOR EN TODAS SUS FORMAS O DIMENSIONES CONMIGO.
DIEGO.





Hace cuatro años le hice el amor por primera vez a una mujer. Fue un comienzo accidentado, lleno de temores, bochornos y sin la protección debida de un preservativo. Fue un acto de amor aunque también de miedo. Me embargaba el temor de no dar la talla, de no durar lo suficiente, de no poder ocultar mi conocida inapetencia por lo femenino. Pero al fin y al cabo terminé sobrecogido por una mujer a la que no amaba en ese momento, pero a la cual terminé amando con locura más tarde. Y fue quizá ese acto cómplice, el que logró enamorarnos y mantenernos juntos por tanto tiempo, esa es mi teoría, no sé que dirá ella.

Recuerdo que en la primera oportunidad que tuve de estar junto a ella fui yo el que declinó. Cabe indicar que para eso, yo antes había hecho alarde de mis supuestos mil y un encames frente a ella, que por ese entonces era solo mi mejor amiga. Pero en ese momento y frente a su sexo desnudo, no supe ni siquiera como actuar y dije la primera estupidez que se me vino a la mente: Fiore, yo te respeto, creo que vamos muy rápido. Eso, por supuesto, me valió muchos puntos a mi favor, y quedé, afortunadamente, como el chico respetuoso y correcto que ella siempre creyó que fui.
Inmediatamente después de este episodio, corrí a mi barrio y busque la ayuda experimentada de los que hacía mucho desvirgaban mujeres por doquier. Les conté mi drama y traté de entender sus rampollescos consejos al máximo pero a la vez iba aplazando o evitando las oportunidades que tendríamos para concretar lo que evidentemente tendría que pasar tarde o temprano, eso, por lo menos, era lo que pronosticaban nuestros besos y tocamientos apasionados.

Hasta que el día llegó y tan tonto no soy, sabía que de no dejar que las cosas fluyan quedaría mal parado o crearía dudas innecesarias en ella y quise evitarme esos problemas más que por orgullo, por miedo. Ella hizo todo, lo confieso. Yo solo me dejé hacer el amor y sinceramente fue una de las más grandes decepciones de mi vida. No llegamos a terminar y no sé si ella llegó a notar mi inexperiencia y mi fracaso, pero luego estuve un gran rato encerrado en el baño masturbándome y tratando de expulsar todo lo que no pude en mi naufragio.
Intentamos hacerlo muchas veces más y el resultado fue el mismo: la frustración de no eyacular nunca. Era un amor incompleto, que te dejaba un sabor amargo en la boca y que nos mantenía en silencio, sudorosos, oliendo a sexo.
El día de su fiesta de quince años hicimos el amor por primera vez o mejor dicho, llegué a eyacular en ella por vez primera. Toda su familia estaba muy cerca del cuarto en que lo hacíamos y quizá por eso, el riesgo digo yo, fue lo que llegó a excitarme medianamente. Cuando lo logramos, recuerdo, lloramos mucho, palpamos el preservativo, conocimos al plural de mis células confundidas encapsuladas dentro de ese jebe maloliente y respiré profundamente totalmente convencido de que por fin era un hombre, que no me separaría de esa mujer nunca y que era una delicia hacerle el amor, que no volvería a estar con un hombre nunca más, aunque ya mucho tiempo después, me convencí que estaba equivocado.

Desde ese momento descubrimos que lo que verdaderamente nos excitaba era el hecho de sentirnos acechados, descubiertos, pillados. Y gracias a esa extraña costumbre, procuramos hacer el amor en los lugares más peligrosos y a la vez interesantes que pudimos. No era lo mismo hacer el amor en un hotel mala muerte de la avenida Habich en San Martín de Porres, encerrados frente a un televisor de 21 pulgadas con cable y canales para adultos, que hacerlo fuera del baño en el que su mamá se bañaba o hacerlo en la misma cama en que su hermana mayor dormía y en donde nosotros también fingíamos dormir profundamente. Cosas como esas hacían que nuestro amor sea especial pero a la vez peligroso. Cada vez buscábamos un lugar más excitante, hacer el amor en su casa o en la mía con nuestros padres rondando ya no significaba nada, queríamos más. Llegamos a hacerlo en un bus, la línea treinta y tres, que va de Gamarra a Canta Callao, en el asiento de al fondo, cubiertos por mi casaca y moviéndonos al compas del carro, que por cierto estaba semi-vacio. Lo hicimos también en el baño de la academia Trilce, exactamente la que se encuentra en la cuadra trece de la Arequipa, ella sentada sobre el tanque de agua del inodoro, a una altura considerable que evitaba que le vean los pies y yo parado frente a ella, tapándole la boca con las manos para que no haga ruido y evitar que ser descubiertos. Muchos otros lugares que hoy se escapan de mi memoria fueron también testigos silenciosos de nuestra fabricación del amor, lugares que aun sigo frecuentando y que me traen recuerdos imborrables, recuerdos que nunca podré describir.

Luego descubrí el amor con otras mujeres y desde hacía mucho tiempo atrás con otros hombres y gracias a eso entendí que no todas las personas con que te acuestas son memorables, las situaciones, los lugares, los momentos exactos, las hacen memorables e indescriptibles. Ahora hago el amor con frecuencia, no siempre me resulta gratis, pero intento buscar en él, las dosis de peligrosidad del inicio, aunque no siempre es tan fácil conseguirlo o no siempre consigues a la persona que este dispuesta a intentarlo. Por eso a veces tienes que pagar y no me avergüenza el hecho de decir que a veces tengo que pagar por amor, no siempre tampoco, pero las veces que lo tengo que hacer, lo hago y creo que te sientes mejor, disfrutas del producto que has comprado, lo aprovechas al máximo.

Resulta más cómodo irte a un hotel con una chica pero tal vez no tanto si es que vas con un hombre, digamos que en ese caso siempre existe un poco de vergüenza. Vergüenza que por supuesto yo se manejar muy bien, pero que en el caso de mis inexpertos acompañantes, que casi siempre son distintos, no puedo reprimir, por eso he cambiado de escenarios y hoy el baño del segundo piso de mi facultad, al cual no entra nadie y aun no me explico porqué, se ha convertido en el lugar que acoge mi amor en todas sus dimensiones todas las semanas (sobre todo cuando tengo clases de Lógica Jurídica). Ese baño es un lugar místico, desolado y no por eso menos acogedor, y además cuenta con un diseño sonoro que encapsula los gemidos y onomatopeyas propias del amor.

Nunca he sido descubierto, ese es mi mayor orgullo. Creo que si de algo se puede jactar una persona es de la cantidad de lugares en que haya hecho el amor, no de la cantidad de personas, hombres o mujeres, de eso no, tan solo de las veces en que se entrego al deseo, a sus más bajos instintos, a las ganas descontroladas de entrar en alguien o de dejarse poseer por alguien, de las veces en que dejo un poco de su ser, de su vida en un persona o en un preservativo.

Si algún día muero y tienen que escribir mi epitafio, tendrán que decir:
Fue un hombre (en parte) que amo y fue feliz, por que hizo el amor en todas partes.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

JUGANDO LIMPIO

Este artículo fue publicado luego de la aprobación de Estrella, la protagonista de esta historia y de mi vida.




Me acabas de sonreír. No sé que decir, tu sonrisa me ha paralizado. Eres preciosa, pienso. Te miro a los ojos fijamente y también te sonrío con la expresión más traviesa que invento. No dejo de mirarte a los ojos, así medios chinitos, porque desde chico me enseñaron que siempre debes de mirar a las personas de frente, sin miedo.
Parecen siglos pero han transcurrido apenas unos segundos. Uno de los dos tiene que hablar, ¿Pero quién? Me siento raro, yo nunca me aplatano, yo siempre tengo algo que decir, yo siempre tengo alguna estupidez en mente para robarle sonrisas a la gente, por eso que a veces muchos de mis amigos piensan que yo las preparo con anterioridad, pero no, se equivocan, así soy yo: un payaso frustrado que ríe por no llorar.
Pero ahora estoy bloqueado, tendrás que empezar tú preciosa, yo paso, me paltéo, hace meses que no hago esto, porque, tengo que confesarles, que desde hace un año aproximadamente, solo me he vinculado con chicas a las que me pueda tirar a la brevedad, ustedes sabe, a pesar de todo soy hombre y tengo mis necesidades “filosóficas” (cómo dice mi abuela). No me interesa gilearlas ni llevarlas al cine o a comer ni nada, solo un par de tragos, claro si la situación lo amerita, y plum, a aplicar durito y parejo. Ya me acostumbre a ese ritmo de vida, sinceramente me resulta mas laxo y justo ahora, cuando necesito revivir mis grandes dotes de gilero profesional no puedo. Puta madre, qué injusta es la vida (o la arrechura). Pero a ti no te miro con ganas de tirarte, no. No pienses mal. Yo a ti te respetaría , ni siquiera te besaría porque mujeres como tú no están hechas para tocarlas sino para contemplarlas, para soñar con ellas, para pensar en ellas y eso seguramente es lo que va a pasar conmigo, me voy a quedar clavadazo pensando en ti por días, solo estarás en mi mente y les diré a los pajeros de mis amigos que conocí a la dios Venus y ellos me pedirán que te describa tu poto o tus tetas y yo no diré nada porque por lo menos en mi recuerdo serás mía, solo mía.
Entonces despierto del trance y me digo, ey Dieguin, no puedes dejarla ir así no mas, no puedes perder esta oportunidad, tienes que hacer algo. Y es verdad, tengo toda la razón, es la primera vez en mucho tiempo que me encuentro totalmente de acuerdo conmigo mismo, y es que así es el amor, súper conciliador, y mira tú preciosa sin querer haz hecho que me reconcilie con mi otro yo, porque yo siempre ando peleado con todo el mundo e incluso conmigo mismo, pero por ti, mi amor, me peleo con el mundo entero. Oye, Diego, un momento, ¿Acaso te has dado cuenta de lo mismo que yo? Si, sí, eso. Y no es que piense mal ah, ¿Pero no crees que sea mucha coincidencia? La verdad es que se parece un poco pero yo al principio ni por acá, aunque ahora que lo mencionas puede que tengas razón, se parecen un poco, no mucho tampoco, Fiorella tenía rasgos más toscos en cambio ella es suave, súper delicada y tiene lo que en mundo del espectáculo los actores llamamos ángel y si yo creyera en Dios diría que es un ángel, pero no creo o por lo menos no mucho, y por eso por ti estoy dispuesto a inventar una religión, para adorarte solo a ti, pero eso sí yo solo seré tu único feligrés porque compartirte ni loco, me costó tanto conseguirte que ni a balas te pierdo. Pero yo ya me estoy alucinando a tu lado y ni siquiera he abierto la boca para decirte hola, que mal educado soy, no parece que viniese de la familia que vengo, ni que tuviese el apellido que tengo, pero es que se pegan pues, la choledad y la malacrianza se pegan, sobre todo en esta universidad en donde abundan los cholos becados que a uno lo tratan como igual, sin respeto alguno por el cargo que ostentamos, que en mi caso es nada más y nada menos que delegado general de Derecho, pero estos que van saber de eso. Ten cuidado de esos malandros, amor, de segurito que si no te roban te meten la mano, pero ay de aquél que se atreva y yo me entere, pobre de él, le rompo todo, la cara, los brazos, las piernas, los regreso a su tierra en bus camión y encima les expropio su chacra, ay carajo, ni que se metan contigo, preciosa, porque yo salto.
Y en eso, Diego, ¿No?, me preguntas rauda. No puede ser, sabes mí nombre, me conoces, y lo dices tan segura que si tal vez no me llamara Diego pues te diría que sí, porque tu sonrisa es capaz de convencerme de todo. ¿Y como me conoce?, me pregunto, si yo en mi puta existencia he tenido el placer de presentármele; pero bueno, Dieguin, no nos engañemos, ¿Quién no te conoce en esta pulgosa universidad? Si tu eres el mas popular por lo menos de tu facultad, si tú, en tu afán de figurar en todo haz hecho patas en todas las carreras que has podido, tal vez esa hermosura te vio caminando por hay y preguntó tu nombre o tal vez le pasaron el link del blog mamarrchento que tienes en Internet y te ha leído y ya conoce tu pasado, tu oscuro pasado, y solo te ve con pena, como un chico confundido y con muchos problemas al que gentilmente quiere ayudar, pero por favor Dios mió, si existes, nunca dejes que me lea, yo no quiero que me lea, no quiero que conozca mi pasado, por lo menos no ahora, yo solo quiero que sepa de mi futuro, de mi futuro junto a ella.
Sí, le digo, ¿Tú, eres?, y de inmediatamente me responde, Cielo, y yo pienso que me esta diciendo cielo a mí, pero no, así se llama, y eso es, ya tengo algo gracioso que decir y le digo gracias, y ella, ¿Gracias por qué?, por decirme cielo y eso que no me bañe, le digo y se ríe, y ya me puedo morir en paz, porque por una sonrisa suya me vuelvo melcochita, y ella, yo me llamo Cielo, mongolito, pero preciosa, tú no solo te llamas Cielo, tú eres el cielo. Y en eso te sonrío y te digo un gustazo y me voy acercando a ti para darte el diplomático besito en el cachete, y mientras me acerco no sabes cuanto deseo ser ruso en este momento para poder darte un beso en la boca, entonces, muack, y siento tu cachetito helado junto a mis labios y me quedo pegado un ratito, recontra goloso, y tu piel es suave, que diferencia con la mía que esta tan maltratada por el maquillaje y por el sol. Eres la chica perfecta y me gustas, pienso, porque los unicos requisitos que le pido a una señorita para atreverme a enamorarme de ella es no ser más alta que yo, eso las obliga a ser necesariamente chatas y no tener granos en la cara, y tú eres bien chaturris, bien compacta, y tu rostro es precioso, que envidia, ¡suaveeeecito!. Porque eso sí, preciosa, yo odio a los granos, desde siempre les he declarado la guerra, por eso que en mi cara nunca encontraras uno y que ni se atrevan a salirme porque los combato al toque con mi vapor de manzanilla sobre la cara y mis antibióticos, así desaparecen en one los pinches granos.
Cielo, no quiero caerte mal, no quiero hacerme el bacán ni el chico súper-conocido, quiero ser modesto, humilde, gracioso, sincero. No quiero empezar con una mentira, ese siempre es mi error. Otra oportunidad así ya no llegará y si llega talvez llegué muy tarde. Tú y tu sonrisota han aparecido en el momento indicado, cuando más las necesitaba, por eso ha llegado la hora de cambiar, de olvidarme de todo: de los chicos, las juergas, los bates, las pichangas y solo pensar en ti, solo en ti. Me lo acabo de proponer y sé que lo voy a cumplir. Te lo prometo, aunque aún no te enteres.
Ahora tu expresión cambia y me dices que te interesa mi proyecto para la modernización de la cafetería y yo, así seriecito, re-contra delegado, re-contra aprendiz de abogado, te paso a explicar el porqué de mi proyecto, y tu te enfureces y me das la razón, y me hablas de la concesión y creo que me gustas más así: molesta, hablando de derechos y deberes y no se porqué pero quiero pasar el resto de mi vida a tu lado.
Te doy las gracias por el apoyo y te propongo que seas parte de mi equipo y me dices, ya, mostro, y ahora eres informal y sonríes y yo lo que en verdad quisiera decirte es que seas parte de mí y de mi vida, pero slow, slow, Dieguin, piano, piano, como decía mi abuelo, tienes que ir despacio, que Cielo no piense que eres uno de esos pendejitos mandados, que se creen los bacancitos, que se paran rascando la entrepierna y escupen por doquier. Yo no me rasco la entrepierna, amor, y para serte franco, tampoco sé escupir, mi viejo nunca me enseño, cada vez que escupo termino escupiéndome a mí mismo. Y tampoco soy pendejo, yo siempre juego limpio, excepto cuando juego sin bañarme o cuando escribo.

Diego,

lunes, 16 de noviembre de 2009

ESE SEÑOR NO ES MI PASTOR

El Señor es mi Pastor; nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará descansar;
junto a aguas de reposo me pastoreará.




Con ocasión de un travieso poemilla, la semana pasada una serie de personalidades, todas ellas de un elevado prestigio intelectual, me han escrito correos reprobatorios acerca del contenido, un tanto juguetón, de esas líneas simplonas e infantiles que escribí en Arequipa, demás está decir que intoxicado.
Una de las cosas que más me divierten es que existan personas que luego de tomarse el sacrificadísimo trabajo de leerme (que de por sí ya debe ser terrible), se tomen luego el trabajo de criticarme. Eso, además de demostrarme su interés en las cosas que hago (o en las barbaridades que escribo) me demuestra que estoy cumpliendo mi misión en esta vida, que es: divertirme jodiéndole la existencia a la gente. Esa debería ser la misión de todos los seres vivientes. Divertirse ahora, no más adelante. Yo no creo en el más adelante. Tal vez hoy, que leen esta historia, he muerto atropellado por una combi asesina o peor aún, he sido apuñalado por algún alcoholizado barrista (que imagino, debe ser lo que muchos piden en sus oraciones), y al carajo mi más adelante. Yo vivo y me divierto y escribo como me va, como me sale de los cojones y ningún charlatán engaña muchachos, va a venir a decirme a mí como debo vivir o peor aún, sobre qué debo escribir.
Les decía que recibí unos mails en letra mayúscula a causa de una de mis travesuras y que de todos hay uno al que le voy a prestar una mayor aunque indebida atención. Prefiero no revelar la identidad del autor de la epístola pero sí su ocupación, que es nada más y nada menos que el austero y franciscano oficio (si podemos llamarlo así) de pastor evangélico. Ocupación, que según tengo entendido, es remunerada mensualmente con la insignificante suma de seis mil nuevos soles (céntimos más, céntimos menos), que les procura a estos señores, seguramente, una vida llena de privaciones cristianas y muchos obligados ayunos. No tengo nada contra sus sueldos, tal vez bien merecidos los tienen, lo que me escandaliza es que existiendo tantos niños hambrientos, y no en las punas, aquísito nomás en San Juan de Lurigancho por ejemplo, estos oportunistas demagogos, se llevan en carretillas la plata que mandan en costales los gringos mafiosos desde Norteamérica, pues les hacen creer que de esa manera, Dios, Jehová, Yavé, etcétera, etcétera, se hará el loco y olvidará sus pestilentes negocios y les dará su tarjeta V.I.P. para ingresar al paraíso. En conclusión, un lucro total con las conciencias y los temores.
Muchos de los miembros activos de la comunidad cristiana de la cual es líder el querido amigo defensor de las causas injustas y autor del estupendamente redactado correo, son, y lo he comprobado (y tengo como probarlo), unas autenticas joyitas, cosa que seguramente no sabe este señor o que si sabe, perdona fácilmente por un suculento aumento del diezmo.
Pero pongámonos en el caso de que no sepa. Yo, como es debido, tengo el deber, como futuro fiscal del diablo, de hacérselo saber a él y a la comunidad de fieles, a la incomprendida grey que semana a semana se congrega (y se martiriza) a leerme.
Comencemos por un morenito al que llamaré Gianmarco. (¡Qué moreno!) Con un pasado quizá peor que el mío. Un moreno, supuestamente, reformado, encaminado y trabajador de la viña del Señor. Un moreno que canta las alabanzas con una mano alzada, con los ojos cerrados y que deja escapar por emoción unas cuantas lagrimas. Un zambito que también, olvidándose de las enseñanzas de su pastor, se perdía algunos días junto a mí y un par de bien despachadas amigas (mías por supuesto) los viernes o sábados por la noche, siendo él el mayor promotor de que corriera por nuestras bocas y narices la mayor cantidad de alcohol y droga que nos fuese posible consumir. En una de esas tantas noches, gracias a Dios, pude gozar al igual que mis amigas, de todos sus encantos y de su nada pequeño sexo. Claro está que el domingo, de boleto, llegamos antes que nadie al culto y le pedimos perdón al Señor por los tantos pecados cometidos la noche anterior.
Gianmarquito y su boquita rosadita se hacen extrañar, hace medio año que no lo veo. Lo extraño o mejor dicho, lo extrañamos mis amigas y yo.
Existe también otro personaje al que llamaré, ya que no se me ocurre una nomenclatura que oculte su identidad, el sonidista. Un chico joven, bien parecido, mas bien bajo pero con un pasado lleno de desgracias familiares. No entraré en detalles, solo sé que fue él, la persona indicada de demostrarme que todo esto era una patraña, que los cristianos eran la misma mierda que todos y sobre todo para convencerme de que si Dios existe, y es todo lo perfecto que dicen que es, jamás escogería a esta tira de inmorales, embusteros, sacaplatas y charlatanes, reunidos en grupetes minúsculos y dispersos y que se convocan en cines viejos, colegios y cocheras, para regentar su iglesia, nuestra iglesia.
La historia del sonidista, si vivo, continuará el próximo lunes.

Diego.

lunes, 9 de noviembre de 2009

ME GUSTASTE DESDE CHIQUITO

A KLPQ,

Aquí les dejos estas rimas traviesas que escribí hace unos meses. Cualquier parecido con la realidad, tal vez, no sea pura coincidencia.



Dices ser cristiana, dices adorar a Dios sobre todas las cosas, dices no hacer nada pero bien que te la comes doblada.


Yo no te creo nada, conozco tus excesos, pero felizmente te quita culpa tu exagerada falta de sesos.


Estas embarazada, lo sabemos, y lo proclamas orgullosa y se entiende tu alegría pues siempre fuiste poca cosa.


De mis historias estas cansada, y yo qué culpa tengo, si tu vida esta cagada no es por mi imaginación sino por cachar sin protección.


Necesitaba disculparme, y también por supuesto burlarme, de tu desdicha bien ganada y de tus ganas de enterrarme.


Si algún problema me trae este poema, lo recibiré gustoso, pues nunca escupí una flema con tanto despecho amoroso.


Fingiste muchos embarazos, y mira tú como es la vida de caprichosa, que por falsa y mentirosa dentro de poco tendrás a tu hijo en brazos.


Atrás quedó tu algarabía, cuando hablamos te noté ida, y me convencí de inmediato que te has convertido en otra perdida, discípula de Sonia.


La culpa también la tuvo ella, que por dedicarse a fundar su iglesia y buscar un buen partido, se olvido de sus doncellas y final no fundó nada pero si encontró marido.


Qué pasó con todas ellas, debe ser una maldición, o tal vez por vocación, pero todas procuraron su estúpida extinción.


Hace casi un año me dedique a enamorarte, y no fue por tu hermosura, sino por las locas ganas que tenía de montarte.

No fue una gran cosas hacerte el amor, tenías de loba una gran fama, y aunque yo tampoco soy un gran amante me depcionaste en la cama.

Seguramente después de leerme me dirás maricón, y no hay problema, tu bien sabes, que también me gusta ese vacilón.


Y ya voy por los finales, pues me voy a descansar, pero en cambio tú no podrás ni siquiera pestañear pues tendrás que trabajar para la leche y los pañales.


Me gustaste desde chiquito, cuando me decían Dieguito, y te llamaban Karito.


Diego.

sábado, 31 de octubre de 2009

MIS REGALOS DE CUMPLEAÑOS

A Luis y Manuel.

Exactamente en sesenta minutos seré mayor de edad. Me siento como Potter en la Piedra Filosofal, esperando a que llegues disfraza del guardián de llaves de Trilce. Pero nunca llegarás, nunca darás conmigo. He escapado de Lima huyendo de ti, de tu recuerdo, de todo lo mal que me hace pensar que algún día exististe, que fuimos felices.




Estoy solo en un hotel de Arequipa. Mis únicos compañeros de cuarto son la modesta torta de cumpleaños que me he regalado y el enorme cuchillo sin filo que me han prestado en la recepción. Nunca tuve un cumpleaños más Vallejiano que este, y aunque Arequipa no es precisamente Paris, poco le falta y estoy completamente convencido de que solo en esta ciudad podré ser el escritor que siempre soñé ser.
Seguramente en unos minutos comenzaran a llegar a mi celular los cursilones mensajes de siempre. Comenzaran a desfilar saludos, uno tras otro, de gente que seguramente se enteró de mi cumpleaños por el Hi5 o por alguna otra red social a la cual también estoy inscrito. No los juzgo. Yo hago exactamente lo mismo. Y es por eso que desconfío tanto de esos mensajes y sobre todo, de las personas que los redactan.
Apago el celular. Quiero sentirme realmente solo. Quiero recordar un poco las cosas que, tal vez por descuido, he ido olvidando. Cierro los ojos. En la infinita oscuridad que procuran mis parpados aparecen miles de sonrisas congeladas. Gente que no recuerdo, pero que tal vez conocí, con la que seguramente fui feliz. Todos me saludan, sin dejar de sonreír me dicen hola. Quisiera poder mirarlos uno por uno y así poder reconocerlos, pero no puedo: son todos un mismo mosaico imposible de desmembrar. Les sonrío. Me gusta sonreírle a la gente. Me gusta parecer feliz. Estoy convencido de que solo la gente que aparenta muy bien ser feliz es la que triunfa y yo soy un triunfador, si no lo fuera hoy estaría muerto, como tantos otros que se dejaron vencer. Abro los ojos y si mi reloj no miente, ya soy mayor de edad. Feliz cumpleaños Dieguín, me digo. Apago la luz. Me canto el Happy Birthday al estilo Parchis, él que de chiquito me cantaba mi mamá. No hay velas, tampoco hay deseos. Mañana será un nuevo día. Me acuesto y les deseo a las cucarachas o ratones que se devorarán mi torta un buen provecho, tal vez ellos la necesitaran más que yo. Quiero dormir pero mis ojos no se cierran, no me obedecen. Entonces pienso que estoy dormido. Sueño. Sueño despierto y me doy cuenta que tal vez siempre he estado pensando que estoy despierto, pero que todo ha sido un sueño y luego no entiendo nada, no sé lo que digo, no sé lo que pienso, no sé lo que escribo. Me despierto. Tengo que salir, no me puedo quedar aquí, quiero hacer el amor, quiero que me lo hagan a mí. No he traído mucha ropa pero si quiero ir de casería tendré que ponerme la mejor. Me pongo una camisa a cuadros, el pantalón menos arrugado que encuentro, le paso un trapo húmedo a mis zapatos y por ultimo me envuelvo el cuello un pañuelo de seda plomo, que me dará, pienso yo, el toque intelectualón o maricón que necesito. Salgo del cuarto. Le entrego mi llave a la recepcionista y le digo que llegaré tarde. Me dice que tenga cuidado, que Arequipa ha cambiado mucho, que hay mucha delincuencia, que el alcalde no hace nada. Le agradezco la preocupación y le prometo retomar la conversación sobre el alcalde y su ineficiencia. Camino hacía el Convento de Santa Catalina a buscar hierba. El sabido taxista que me recogió del terminal me relato el divertidísimo tour del placer de Arequipa. No puedo ser maricón sin hierba. Nadie podría. Las calles son oscuras, angostas, me siento en un laberinto huyendo del Minotauro. Tal vez el taxista me mintió y lo que realmente encontraré será la muerte sobre estas empedradas calles. Veo un parque. Me gusta ese parque. Me gustan los parques. Voy hacía él y pienso que tal vez no conseguí hierba pero me encontré un parque oculto, en el que seguramente habrá muchas parejas haciendo el amor. Pero no hay parejas haciendo el amor, solo dos chicos parados al otro extremo del parque. No me dan miedo, al parecer son decentes y conversan de lo más normal. Me siento en la primera banca que encuentro. Cruzo la pierna. Recuesto la cabeza hacía atrás sintiéndome un gay incompleto. Más incompleto que nunca. Trato de pensar en algo. Y en eso, frente a mí, la voz de alguien preguntándome si fumo. Eran los chicos del otro lado del parque, uno de ellos tenía en su mano una bolsa transparente de lo que al parecer era marihuana. Sí, pero nunca solo, les dije.
Fumamos los tres. En silencio. Aspirando lentamente, como si cada pitada fuese la última. No sabía sus nombres ni cuantos años tenían ni tampoco cuanto les debía, solo sabía que esos dos jóvenes estaban tan o más confundidos que yo y que seguramente eran mi regalo de cumpleaños. Me preguntaron de donde era, les dije que de Lima. ¿Qué haces por acá? Huyo, les dije. ¿De quien? De todo. No preguntaron más. Tal vez notaron que no me divertía mucho hablar de eso. ¿Y ahora que quieres hacer? Hacer el amor, respondí. Vamos a la Unión, allí hay buenas putas, me dijeron. Yo no quiero hacer el amor con putas, les dije, yo quiero hacer el amor con ustedes.
Es obvio que la marihuana ya esta haciendo efecto. Los dos jóvenes me miran, no dicen nada, soy un desconocido que se les esta mandando. Pueden golpearme o simplemente irse y dejarme con la pinga parada, con el culo mojado. ¿Cuándo hay, Limeñito?, lo que quieran les digo. Doscientos, me dicen. Vamos, les digo. Tomamos un taxi. Los chicos me dicen que no le pague al taxista mas de tres soles, que no le de el gusto, que a estos pendejos les gusta abusar del turista. Les agradezco por llamarme turista, me gusta ser turista. Es bueno para el ego, ser turista. En Lima nunca soy turista, siempre soy un imbécil más. Entramos al hotel. Ya no está la recepcionista, solo hay un hombre semi-dormido que debe ser su marido. Pido mi llave. Me mira mal. Me pregunta si voy a subir con los dos jóvenes. Le digo que sí, que si hay algún problema. Ninguno, ninguno, joven. Entramos al cuarto. Prendo la luz. Me preguntan por la torta. Les digo que es mi cumpleaños. Me abrazan, me desean muchas felicidades, me preguntan cuantos, me ofrecen bajarme la tarifa a ciento cincuenta. Les agradezco. Cogen mi torta, apagan la luz. Y a la voz de tres, comienzan a cantarme el Cumpleaños Feliz. Nunca pasé un mejor cumpleaños, no sé lo que pasará luego. Solo sé que venir a Arequipa fue lo mejor que he hecho en mucho tiempo. Por ahora no quiero volver a Lima, solo quiero hacer el amor y celebrar horizontalmente mis dieciocho octubres.

lunes, 5 de octubre de 2009

EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS

Y la gente apretaba más y más. Arrecho, le metí la mano debajo del hábito. La gente del lado, ni cuenta se daba.



La proce ya estaba en la plaza. En plan de cochineo comenzamos a meternos entre la gente. Íbamos en fila agarrados por la cintura: había que ver a Kerosene por delante, vicioso, metiendo la mano pajera a todas las chicas. Melenita, riéndose, se defendía con las manos de los golpes que le daba en la cabeza una negra. Primus, distraído, le había pisado los callos a una pobre vieja. Y la gente seguía amontonándose en las veredas y en todas partes. Un gil, con car´e raya lo agarró del brazo a Paulanca: quería entregarlo a la tombería, decía que lo había chapado metiéndole la mano al culo a su ñorsa. Los ojos de Paulanca ya se iban en plan de lágrima. Pero para eso están los amigos: nos fuimos en carga montón sobre el gil y a punta de patada se armó la grande. Todos se pegaban, las germas se defendían con sus carteras y arañaban como gatas, y las viejas, asustadas, nos empujaban e insultaban y pedían perdón al Señor de los Milagros.
Allá en la esquina de veintiocho de julio, la proce ya entraba en la plaza con sus luces y faroles. En el cielo oscuro se prendían fuegos artificiales. Sin que nos diéramos cuenta ya estábamos en medio de la calle, cerquita de la proce. Paulanca, desgraciado, se había colocado detrás de una germa bien rica: apachurrado por la gente que avanzaba despacio, iba todo serio, haciendo el rezador, con la boca abierta de lo arrecho que estaba pero bien pegado a la gila.
Un viejo, con lentes, disimulado, se coloco junto a mi pieza. Había que verlo, pendejo, aprovechándose de la apretadera, cómo se me pegaba. Amargo, le metí un rodillazo del alma. No dijo nada, más bien, empujándose entre todos logró ponerse delante de Melenita, que no perdió el tiempo y rapidito se acomodo tras su cabrilla. Y en eso reconocí entre la gente a la Samaritana, el mariconcito del barrio. Su cabello pintado de rubio, su carota de chuchumeca. Entonces le dije a la collera para acercarnos a la Samaritana y nuevamente, cogiéndonos de la cintura, nos pusimos en fila. Yo de puro sapo que soy, me puse detrás de la Samaritana. La Samaritana voltio y me reconoció, claro que me manyaba, varias veces me había piropeado en el Cine Odeon. Me sonrió. Entonces, haciéndose la rezadora comenzó a menearse, suave, disimulada, al ritmo de la banda. Y la gente apretaba más y más. Arrecho, le metí la mano debajo del hábito. La gente del lado, ni cuenta se daba. Todo estaba casi oscuro. Arrecho, arrecho, le puse el pájaro entre las nalgas peludas. Y toda la collera me empujaba más. A la Samaritana la estaba cargando en peso. Y el tumulto avanzaba hacia delante. Kerosene, espeso, estaba que me apuraba, él también quería entrarle. Y en eso, en una de las tantas empujadas le dí y la Samaritana, de loca que es, no me soltaba las manos. Menos mal que pude zafarme de tremenda cabrilla y Kerosene, apurado, desesperado, ocupó mi sitio.
A lo lejos, El Señor de los Milagros con sus luces y sus flores, avanzaba por encima del tumulto que hacía estallar las paredes que rodeaban a la avenida Manco Cápac. Entonces, poniéndome serio, le recé un Padrenuestro al Señor de los Milagros.

Oswaldo Reynoso.

lunes, 28 de septiembre de 2009

ALGUIEN DE VERDAD

A Lucia, Renato y Mariano, por ejercitar mi trisexualidad.

De seguro ya te diste cuenta que se me chorrea el helado, cabrón. De seguro a ti también se te chorrea, por que a mi no me engañas, cariño, ese aretito coquetón y esas pulseritas multicolores de tu brazo izquierdo ya te vendieron,




El jueves pasado conocí a Lucia. La verdad es que desde ese día no puedo dejar de pensar en ella, en su culito, en sus tetitas redonditas de escolar carretona del Fanning, en su sonrisa golosa; cierro los ojos y me veo junto a ella, fingiendo ser mas hombre de lo que soy, aunque tengo que aclarar que estoy atravesando por la etapa más heterosexual de mi vida, pero a pesar de todo siempre me hez complicado dármelas de macho. Mis manos en su cintura, sobre sus nalgas, acercándola a mi pelvis, manteniéndola sobre mi; recuerdo sus manos exploradoras ingresando temblorosas debajo de mi jean, palpando mi sexo erecto, haciéndome una pequeña paja. ¡Qué buena estuvo esa paja, Lu! Por eso hoy escribo estas líneas, para que las lea, para que sepa que regresaré y para contarle que desde ese bendito jueves, en ese antro subterráneo y maloliente al que pienso volver siempre con tal de volvérmela a encontrar, me la corro sagradamente tres veces al día pensando en ella, en sus contorsiones y en las cosas sucias y deliciosas que hicimos luego, en ese hotel de putas de la avenida Alfonso Ugarte, en el que me enseñaste que a pesar de todo aún puedo ser hombre, que contigo y solo contigo puedo ser un hombre de verdad.

El viernes salí con Renato, mi amigo y a veces, mí secreto amante. Sí ese, el coquerazo que le gusta cachar duro. ¡Qué suerte tienes Rena, a mi no se me para parchado! No le conté lo de Lucia. Y no es que le tenga miedo, pues sé que no es celoso, además tiene novia y no tendría derecho a reclamarme por los polvos de desfogue que me meto una vez al mes con alguna putita ebria y fumona que recojo de por ahí; lo que pasa es que Renato es un arrecho de mierda y no perdona a nadie, y si no me creen, pregúntenles a sus empleadas. Segurito que va a querer que se la presente y en menos de una hora, y tiene con qué, terminará por quitarme a la ricotona de Lucia, a mí Lucia, que debe ser una sabida de primera y que por supuesto, entenderá que lo que mejor le conviene es salir con Renato, que es lindo y tiene carro, que conmigo, que no soy lindo y que tampoco tengo carro (y que haciendo cálculos rápidos, no lo tendré muy pronto). Lo que me gusta de salir con Renato es que nuestra mayor diversión es quedarnos en su cuarto, subir al máximo el volumen de su modernísima radio (que yo presiento que esta viva) y fumarnos todos los tronchos que nos sean posibles, calatos sobre su cama. No tomamos licor, solo agua a veces (y de caño), por que la marihuana, y esto lo saben todos los que la han probado, que entiendo, son la mayoría de personas que se toman el tiempo de leerme, te produce una sed bárbara. Ni a mi ni a Renato nos gusta el licor. Claro, lo tomamos cuando estamos en la obligación sexual de hacerlo, por ejemplo el jueves en donde tuve que emborracharme al lado de Lucia para después tirármela, pero jamás solos. El licor me vuelve idiota, pavo, huevón, en cambio, la marihuana me vuelve listo, avispado y maricón, eso sobre todo, un mariconcito lindo que le cae a todo el mundo, un maricón dispuesto a todo, como le gustan a Renato. Ninguna salida con Renato es igual. Siempre esta inventando cosas que hacer, siempre tiene una nueva droga que meternos, una manera distinta de hacer el amor o una nueva película porno que ver. Por eso quiero a Renato, por eso creo, que nunca seremos abogados, ni hombres de verdad.

El sábado amanecí en casa de Renato. Estaba reventadazo. Eran casi la una de la tarde y seguíamos tirados sobre la cama. Me fui en silencio, tratando de no despertarlo. Me cagaba de hambre. Salí para Larco a comerme algo y luego me fui a casa con la intención de seguir durmiendo. Cuando llegué encontré mi casa hecha un jolgorio: la radio a todo volumen, en la sala tres enormes maletas, en el comedor, sentados y conversando a gritos mi vieja, mis tíos y una señora y un jovencito que creía conocer o que recordaba de alguna parte. Eran, luego lo supe, mi tía Carmen que había llegado de España y su hijo, con el que, según mi vieja, fui enormemente feliz cuando era niño. Cuando me decían esto, pensaba que seguramente este primo mío fue mi primer amor, que seguramente jugamos a la mamá y al papá (entiéndase que lógicamente yo fui la mamá), pero realmente no lo recordaba. No está nada mal el chibolo, pensaba. Era alto, flaco, blancón, ojitos caramelo (como casi toda mi familia, excepto yo, claro está), de cabellos negros y parados y con pinta de que se le estaban cayendo y que a los veinticinco no tendría ninguno. Lo salude tímidamente, seguramente era mayor que yo. Escuché en silencio y algo ruborizado las palabras de mi tía, que no se cansaba de recordarme lo grande que estaba, lo gordo que me había puesto y de decirme lo mal que me quedaba mi nuevo look, algo intelectualon, y yo pensaba, la pinga también me crecido tía, y si supieras como, cualquier día te agarro borracha y te la zampo. Mariano, mi primo, me observaba en silencio. De seguro ya te diste cuenta que se me chorrea el helado, cabrón. De seguro a ti también se te chorrea, por que a mi no me engañas, cariño, ese aretito coquetón y esas pulseritas multicolores de tu brazo izquierdo ya te vendieron, pensaba yo. Pero alguien tenía que romper el hielo, y ese tenía que ser yo. Si es que le quería romper el culo a mi primito Mariano, primero tenía que romper el hielo, era un sacrificio. Lo invite a mi cuarto, le dije que me aburría escuchar a la gente grande y que en mi cuarto podríamos escuchar música o entrar a la computadora. Aceptó. Fuimos a mi cuarto y le dije que podía usar la computadora o cualquier cosa de mi cuarto, excepto mis calzoncillos, no reímos un poco. Hacer chistes estúpidos siempre ayuda a caerle bien a la gente. (Por lo menos en mi caso) Y en eso, recontra puta, recontra quinceañera arrecha, me fui quitando la ropa frente a él. Quería ver su expresión, quería gozar de su nerviosismo. Total, al fin y al cabo somos primos y él no vería nada en mí cuerpo que ya no haya visto antes en sí mismo o en el cuerpo de otros hombres (Si se diese el caso de que fuese como yo, claro). Me quite incluso el calzoncillo y caminé calato por mi cuarto buscando, según yo, algo que ponerme. Me estas mirando de reojo, Marianin, ya caíste precioso, ya caíste, pensaba yo.
Le explique que no había dormido en casa, que casi no dormía ahí, así que podía usar mi cuarto cuando quisiera. Me preguntó donde me quedaba cuando no estaba en casa y le dije que donde Renato, un amigo. No le dije exactamente lo que hacíamos, (no en ese momento), no le dije tampoco que Renato la tenía enorme y que gustoso nos la metería a los dos si quisiéramos. Le dije que lo llamaría esta noche para salir los tres y me dijo, segurito mojándose, que no había problema. Me puse un short sin calzoncillo y me tiré a la cama. (Antes cerré la puerta con seguro. Mariano lo notó pero se hizo el huevón) Prendí la tele y le enseñe mi cartelera de DVD´s bamba. Le dije que escogiera la película que quisiera y el muy pendejo me escogió una porno.(Demostrando de esta manera que era mi primo) Porque eso si, me puede faltar la última de Harry Potter, me puede faltar Tarata, Mancora, la que chucha sea, pero nunca una buena porno, una de colegialas, que son las que me arrechan más. Lo felicité por su buena elección y comprendí que si no era una loca perdida como yo, por lo menos era un enfermo sexual que terminaría metiéndomela en cualquier momento, emulando a esas colegialas mamonas de la pela. La puse al toque. Me eché en la cama y Mariano se sentó a mi lado. Le dije que se echara pero no quiso, tampoco me importó insistirle. Puse play. Mariano se cagaba de risa, parecía que nunca había visto una porno. Yo solo miraba y una que otra vez me sobaba la pinga, recontra machazo, recontra cachero. Yo la tenía dura, la muy pendeja estaba asomándose por arriba del short. (Ese el problema de los cabezones) Le dije a Mariano que me haría una paja, le pregunté si le incomodaba y el muy pendejo se deschavo, me dijo que me la hacía él. No le dije nada, solo me recosté y me tape la cara para no verlo. Mariano cogió mi sexo y lo chupo suavecito (tenía experiencia el cabrón. Es mi primo pues, esta en los genes), le paso la lengüita juguetona por la cabecita, y yo solo pensaba en Lucia, como me gustaría que fueses tú la que me la estuviese chupando así, mi amor, como me gustaría ponértela en la boca y que te la comas toda, preciosa, eso, así bebita, así con la lengüita… y en eso, le di con todo en la boca de mi primo. (no fue mi intención, que conste ah). El pobre se tuvo que tomar todo, seguro que por compromiso. Y es que no es de buena educación escupir la leche de alguien que gentilmente se la deja chupar. Yo me cague de risa y pensé, que buen fin de semana he tenido, ojala que todos fuesen así, mi blog sería más piola, sería un blog de verdad.

Diego.

lunes, 14 de septiembre de 2009

LIMA SE PUDRE

Las líneas que aquí les presento, son , con algunas correciones, las primeras que escribí, hace ya tal vez cinco años, para mi primer borrador de novela que titulé, robandole un poco de creatividad a Almodobar, "Mi mala educación", cuyo final he ido postergando por todo este tiempo, por motivos personales y a veces inpersonales. Espero les guste.
Diego
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Con guantes, bufanda y con incontables prendas de abrigo, gran cantidad de ellas de lana, claro está, Paolo inicia el sacrificado recorrido diario hacia su escuela. Al salir, lo recibe el abominable olor a mar que se le cuela por la nariz, el funeral cielo limeño y una desmenuzada garúa que no hacen más que recordarle lo que repite con ahínco su abuelo, Lima es una isla que flota sobre caca. Y es que el Perú no hubiese podido tener una capital mas digna de ser suya que Lima.

Lima representa, sin duda, al Perú. Lo representa en todos sus sentidos, pero sobre todo en los peores. Está rodeada por un mar lleno de heces que vomitan sus alcantarillas a diario. Heces más peruanas que la papa, que el maíz morado, que el mismísimo Señor de los Milagros. Heces que traslada en una encomiable labor el río que habla. ¿Pero qué hablará? Que hablará si no eso, lo que traslada: Mierda. Y es normal, porque es limeño. Porque los limeños han sido criados en eso, y quizá en menos que eso. Y Dios no pudo ser más justo, piensa Paolo, porque nos eligió al conquistador y fundador más acorde, a un conquistador que estaba familiarizado con la miseria: un semianalfabeto criador de cerdos. Quizá en ese entonces comenzó la maldición de Lima, quizá por eso hoy, se venga de los descendientes de ese viejo chanchero.

Lima se pudre, dice Paolo hablando solo. Casi siempre lo hace. Habla solo porque quizá no tiene con quien hacerlo o porque simplemente esta loco. Pero cuando lo hace, se imagina siempre hablando mal de Lima, del Perú, de su gente, de algunos miembros de su familia, de sus amigos, de él mismo incluso. Y al hacerlo, va descubriendo que tiene mucho sobre que hablar y que a veces, pero solo a veces, resulta interesante lo que dice. Debería escribirlo, dice siempre en voz baja y tratando que nadie lo vea y piense que esta loco, porque talvez lo está, pero a él, que es prudente, no le interesa divulgarlo. Quizá pueda ser escritor algún día, se dice. Pero él sabe que se engaña. No puede siquiera concluir un párrafo sin destruir la gramática universal, que gratuitamente crea, nunca se sabe quien, pero que de por si ya esta bien destruida. Además, él no tiene opción frente a su familia. O es médico o cura. En casa, nunca hubo un escritor que por lo menos pueda avalar genéticamente esa fantasía suya. Y si escribiera, tendría que hacerlo sin duda alguna, sobre medicina o en todo caso traducir la Santa Biblia, a algún dialecto desconocido, y que claro, para eso, tenga que culminar cualquiera de las dos carreras que él aborrece, mas su familia idolatra. Paolo no quiere más problemas de los que ya el colegio y sus abuelos le dan, por ahora es mejor dejar de fantasear y acelerar el paso, que ya dan las siete y media, y se hace tarde.
Cruza por calles bombardeadas que a esta hora de la mañana casi siempre están mojadas. Ve madres atormentadas tratando de alistar en plena calle a sus descuidados y somnolientos hijos a los que arrean de cualquier manera hacia la avenida Brasil. Observa sin ganas, el presuroso trotar de hombres encorbatados, que olvidan algo en casa y que regresan presurosos, recordándole en el camino y gratuitamente, la madre a cualquiera que se le cruce por el frente. La tuya, piensa Paolo, mas no lo dice porque no se atreve y sigue avanzando. Ve con la indignación de un jardinero, a perros cagando por recién recortados y cultivados jardines y por donde les de ganas de hacerlo, aun con sus amos al lado que los contemplan complacidos, como si les causará cierto goce la evacuación intestinal de sus mascotas, como si con esto, también ellos aliviaran en parte sus problemas digestivos. Y piensa que quizá, en un futuro no muy lejano en el que prefiere no estar presente, la gente cagara con los perros en los jardines y que en vez de los letreros que llevan impresos sobre ellos: No orine. Tendrán que crear otros que lleven escrito: No cague.
¿Cómo un diluvio no los desaparece? Se pregunta Paolo, nuevamente en voz baja. Paolo odia a los perros, pero odia más a sus amos. Los odia por criarlos, alimentarlos, bañarlos y hasta besarlos. Tal vez Paolo les tiene celos, pero él se defiende diciendo siempre que existiendo tanto niño pobre y abandonado en este miserable país, estos imbéciles andan manteniendo a un parasito que come más de lo ingiere un pobre niño de esos, en días y en algunos casos hasta en semanas. Debería haber tiendas de niños pobres, piensa y sonríe. Y no es mala idea. Debería en Lima, implantarse la moda de comprar niños pobres y engordarlos. Ensebarlos hasta no poder mas, y luego realizar una competencia entre familias ricas, y que el ganador sea, quien mantenga más niños pobres y así y solo así, dejarían de existir los pobres en el Perú, piensa Paolo, que conoce muy poco de justicia social.

lunes, 7 de septiembre de 2009

"EL COJO Y EL LOCO" (EXTRACTO EN EXCLUSIVA DE LA NUEVA NOVELA DE JAIME BAYLY))

(Extracto de “El cojo y el loco”, la nueva novela de Jaime Bayly, publicada hoy por la editorial Alfaguara).


El loco no nació loco. Nació feo y tartamudo y eso le jodió la vida y terminó por volverlo loco.

No todos los feos y tartamudos se vuelven locos, pero el loco nació con un talento natural para la locura y para hablar de una manera tan violenta y atropellada que nadie podía entenderlo, así que estaba en su destino que nadie lo entendiera y ser por eso un loco y no un loco cualquiera sino uno del carajo, un loco memorable, el loco más enloquecido de una ciudad llena de locos como Lima.

Casi todos los padres dicen que sus hijos son lindos y encantadores, pero los padres del loco, cuando lo vieron nacer, quedaron asustados por lo feo que era y por lo espantosos que sonaban los alaridos que lanzaba. No parecía un bebé nacido para ser feliz, parecía un amasijo peligroso de rabia y fealdad, un bicharajo hediondo, peludo y pingón que movía los pies como queriendo patear a todo el que pudiera y lloraba de una manera entrecortada, anunciando su brutal tartamudez.

Era el primer hijo de don Ismael y doña Catalina y había sido concebido con amor, pero no por eso les pareció menos feo y odioso. Lo odiaron desde la primera vez que lo vieron y lo siguieron odiando cuando creció y siguió gritando y pateando y rompiendo todo y cuando empezó a hablar en ese idioma fragmentado y frenético que parecía haberse inventado para joder a todo el mundo y en el que nadie podía entenderlo.

Podía perdonársele que fuera tartamudo, pero además era feo, antipático, chillón, peludo y peligroso como una tarántula, y sus padres se sentían avergonzados de haber procreado a una criatura que, a los ojos de cualquiera, resultaba horrenda e insoportable de mirar.

Como era previsible, don Ismael y doña Catalina vengaron ese primer fracaso inesperado teniendo cinco hijos más, cinco hijos que les salieron guapos y bien hablados, cinco hijos que borraron esa mancha oprobiosa que era el loco, y procuraron alejarlos todo lo posible del primero y más fallido de sus hijos, al que entregaron al cuidado de las empleadas domésticas y al que, para no afearse la vida o para no recordar ese fracaso genético, trataban de ver lo menos posible.

El loco supo desde muy niño que sus padres no lo querían, que sus hermanos no lo querían, que las empleadas que lo cuidaban tampoco lo querían ni le tenían paciencia y le jalaban las orejas y le decían groserías a escondidas, sin que oyeran los patrones. El loco supo que era un estorbo, un asco, un fastidio para todos, sólo que al comienzo no entendía bien por qué nadie lo quería, si por tartamudo o por feo o porque le crecían pelos por todas partes y parecía una araña venenosa.

El loco no iba al colegio porque era más bruto que una pared de cemento y no entendía nada y nadie lo entendía a él. Sus padres contrataron a un profesor particular para que le enseñase a leer y escribir y sumar y multiplicar, pero el loco era una bestia redomada y no aprendía un carajo y cuando le hablaba al profesor no se sabía si lo estaba insultando o halagando o si estaba pidiéndole permiso para ir a cagar. Lo raro era que el loco no se empantanaba con las palabras, no era un tartamudo normal, al loco las palabras le salían tan atropelladamente que se montaban unas sobre otras y terminaba diciendo en una palabra incomprensible lo que había pensado decir en tres o cuatro. Era una ametralladora verbal, disparaba las palabras como balas o cartuchos y estallaban en la cara de quien hiciera el esfuerzo de escucharlo y entenderlo, un esfuerzo que siempre resultaba inútil, porque a veces ni el propio loco entendía lo que había dicho o querido decir.

Para hacer la historia corta, los primeros dieciocho años de la vida del loco fueron una mierda pura. No fue al colegio, no tenía amigos, sus padres lo odiaban y lo escondían de los invitados, era un grano purulento que le había salido en la cara a la ilustre familia Martínez Meza, un grano al que había que aplastar o tapar con una cinta adhesiva para que, en lo posible, nadie viera, porque don Ismael y doña Catalina no entendían cómo, si se querían tanto y tiraban tan rico, podían haber engendrado a una criatura tan espantosa como su hijo primogénito, el loco peludo tartamudo.

Cuando se dieron cuenta (y esto no tomó mucho tiempo), de que el loco no tenía cura y era más bruto que un buey de carga (pero menos sumiso que un buey de carga y sin aptitudes para cargar nada), sus padres decidieron que no valía la pena tratar de educarlo, reformarlo, adecentarlo o hacerlo menos impresentable, simplemente se resignaron a que habían parido a un esperpento, como quien se tira un pedo o eructa ruidosamente, y decidieron que lo mejor era esconderlo hasta que fuera mayor de edad y luego mandarlo al extranjero para que hiciera su vida lejos de ellos y sus cinco hijos guapos y bien hablados, que no veían al loco como su hermano sino como un accidente desafortunado al que era mejor ignorar, como quien pasa manejando en su auto y ve un choque y prefiere no mirar los cuerpos ensangrentados y mutilados en la autopista.

El loco creció solo, ensimismado, hablando consigo mismo en unas palabras que nadie podía entender. Vivía con sus padres en un apartamento de tres pisos en la avenida Pardo de Miraflores, pero dormía en los cuartos del servicio doméstico, con las empleadas y el chofer y el guachimán y guardaespaldas de don Ismael, y estaba explícitamente prohibido de participar de cualquier reunión social o familiar, incluyendo la cena de navidad o los cumpleaños de sus padres o hermanos. Esto al loco no le parecía raro, anormal, abusivo o injusto porque así fue toda su vida y ya desde muy chiquito comprendió que él era distinto, que era loco, bruto y feo y que lo natural era que lo encubrieran, que lo hicieran invisible, que tuviera esa vida clandestina, asolapada, en el área del servicio, como si fuese el hijo de don Ismael y una de las empleadas domésticas. Catalina, su madre, trató de quererlo, hizo esfuerzos por encontrar algo de ternura o compasión en ella, pero el loco era más feo que una cucaracha (pero bastante menos listo) y solo babeaba, se sobaba la pinga, se rascaba los pelos que le salían de las orejas y la nariz, se buscaba los mocos que enseguida llevaba a la boca, era un crío tan horripilante, sucio y acojudado que resultaba imposible quererlo, incluso para su madre.

Tonto como era, resultó sin embargo precoz en las cosas del sexo, y ya a las once años le habían crecido una verga de proporciones y un matorral de vello púbico que el loco se andaba sobando y refregando todo el día en los cuartos del servicio doméstico en los que malvivía entre las sombras y los colchones estragados de las empleadas. Lo que el loco no sabía decir con palabras, porque le salían torcidas, bastardas, lo sabía decir con la pinga. Todo el día andaba con la pinga parada y mirando las tetas y los culos de las empleadas y haciéndose unas pajas demenciales, al tiempo que pronunciaba palabras impregnadas de calentura, de rabia, de impaciencia hormonal, palabras por supuesto ininteligibles, pero que una de las empleadas supo descifrar: el loco estaba ardiendo por tirar y si no le mojaban la pinga se iba a volver un loco malo y terminaría matando a alguien, quizás a una de ellas. Esta mujer, Juana, que andaba ya en sus cuarentas y se había convertido a la religión mormona, no era particularmente agraciada, pero tenía tetas, culo y vagina, y eso era suficiente para enardecer al loco y despertar sus más bajos instintos. No fue por deseo sino por pena que Juana, la mormona, accedió a masturbar un día al loco, que se le apareció con la verga erguida y al aire, y desde entonces ya no pudieron parar, el loco por arrechura desenfrenada y Juana porque como buena mormona tenía que sacrificarse sirviendo a sus semejantes y amando al prójimo, en este caso al loco pajero y pingón que se le metía al cuarto de noche y le pedía una paja más. Lo que comenzó como una paja pasó luego a una mamada (y entonces fue cuando el loco comprendió que a pesar de todo podía ser feliz: nada era objetivamente más placentero que meterle la pichula en la boca a una mujer desdentada) y terminó con Juana montándose a horcajadas sobre el loco arrecho y cabalgando sobre él, mientras escuchaba unas palabras que parecían dichas en latín, pero era el loco masticando y entreverando “que rica estás, chola pendeja”, de tal manera que sólo se escuchaba algo así como “que-ri-tás-cho-la-ja”, palabrejas que calentaban a Juana, la mormona mamona.

Una noche, los gritos de éxtasis del loco fueron tan desaforados que don Ismael se levantó de la cama, sacó la pistola y la linterna y terminó entrando al cuarto del servicio e iluminando a su hijo que culeaba con Juana, la mormona. Enterada de que su hijo, el loco tartamudo, andaba copulando con las cholas del servicio, doña Catalina tuvo un ataque de pánico (que entonces no se conocía como ataque de pánico sino como patatús) y ordenó que Juana fuese despedida y que el loco arrecho de su hijo fuese enviado de inmediato a la hacienda que tenían en Huaral, a cuatro horas en auto al norte de Lima, y se quedase a vivir allí. Su esposo Ismael estuvo de acuerdo y dio instrucciones para que las mujeres que trabajaban en su hacienda no se acercasen al loco, porque sabía que terminaría metiéndoles la pichula a todas las campesinas del valle y a las gallinas y ovejas en caso de extrema necesidad. Fue así cómo el loco, con apenas doce años, dejó de vivir en Lima y fue expulsado a la hacienda de sus padres en Huaral, donde lo trataban como si fuera un peón mas, obligado a levantarse al alba y a cumplir con las faenas del campo, que él sabía cumplir sin quejarse, aunque sobándose la pinga a cada rato.

(“El cojo y el loco”, Jaime Bayly, Alfaguara, 2009).

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martes, 25 de agosto de 2009

DE COQUEROS, CACHIMBOS Y MARICONES

A Renato.

-"Es que no seas pendejo pues, aquí en Lima puedes ser de todo: ratero, borracho, coquero, pero nunca, maricón. Con eso si te jodes.
-Son huevadas, Renato. Vas a ver que yo, siendo como soy, voy a llegar bien lejos. Me voy a graduar de abogado y me voy a lanzar a la presidencia.
-¿Y yo seré tu primera dama o tu primer marido? –dijo Renato riéndose."



A Renato lo conocí cuando me inscribía al examen de admisión de la universidad. Yo postulaba a derecho y por cosas del destino, él también tuvo que hacerlo.
-¿Brother, sabes que mierda tengo que poner aquí? –me dijo.
-Creo que la carrera a la que postulas –le respondí confundido por su pregunta y sobre todo por sus enormes ojos azules.
-¿Tú a cual vas? –me volvió a preguntar.
-Puta, a Derecho creo –le dije.
-Okay, me caes bien asi que yo también voy a Derecho – me dijo.
Me reí.
-Te acabo de encontrar la vocación –le dije aun riéndome.
-Sí, me acabas de encontrar la carrera primo, te la debo. –me dijo también riéndose- Pero la huevada es ingresar ¿Sí o no?, además si ingreso, mi viejito me va dar su cañita pues.
-Puta que lechero eres. –le dije- Mi viejo ni siquiera sabe que voy a postular.
-Mejor huevón, si no ingresas no hay palta, en cambio mi viejo le ha dicho a todo el puto mundo –me dijo- Por cierto, ¿Cómo te llamas?
-Diego, ¿Y tú? – le dije dándole la mano.
-Renato, un gustazo Dieguito, ojala que ingresemos. –me dijo recibiendo mi saludo y mirándome fijamente.
Luego intercambiamos celulares, correos y quedamos en vernos pronto, pero estuve tan preocupado en el ingreso que me olvide de Renato y supongo que él también de mí. Ojala que Renato ingrese, pensaba echado sobre mi cama un día antes del examen.
Así fue. Un domingo a las seis de la tarde me entere que Renato y yo habíamos ingresado.
¿Aló? -dije
-¿Aló, Dieguito?
-Sí, ¿Quién habla? ¿Renato? –pregunté.
-Claro pues huevas, que tal, ¿Ingresaste o no? –me dijo Renato.
-Sí causa, ¿Tú? –le dije.
-Lógico pe, si ese examen estaba regaladazo –me dijo- Creo que la pregunta más tranca fue en la que me pedían mi nombre.
Nos reímos.
-¿Qué te parece si para celebrar nos vamos a dar una vuelta en el carro de mi viejo? –me dijo.
-Mostro, ¿Pero puta, no sería mucha conchudez de mi parte? –le dije un poco avergonzado.
-Para nada hombre, vamos no mas, yo invito. Mis viejos se han largado a festejar y yo estoy aburridísimo –me dijo- Al toque, dame tu dirección.
Le di mi dirección y una hora después, cuadro su flamante carro frente a mi casa.
-¿Qué te paso en la cabeza, huevón? –le pregunté tratando de disimular la risa.
-El concha de su madre de mi viejo, causa, me ha cagado el pelo –me dijo Renato, mostrando su cabellera trasquilada- Sube causita, que hoy día la reventamos.
-¿A dónde vamos? –me preguntó.
-No sé, ni idea. –le respondí- no soy de salir mucho.
-Bueno entonces vamos a mi casa, pero antes ¿no conoces por donde venden vitaminas por aquí? –me dijo.
-Claro pues, yo tengo mi casero, anda de frente hasta el malecón –le dije.
-Ah carajo, también le entrabas a la huevadita –me dijo arrancando el carro- eres del deshueve Dieguito, vamos a ser un dúo de puta madre en la universidad.
Llegamos al malecón y compramos un par de paquetes de coca y marihuana. Luego fuimos rumbo a Miraflores por la costa verde.
-Siempre que me armo tengo que fumarme un troncho luego, sino no duermo nada, me quedo tiesazo, llorando como un huevón. –dije.
-Yo me tomo unas pastillas para dormir y a la mierda –dijo Renato.
-.A mi me han dicho que si tomas pastillas después de armarte te puedes cargar.
-Son huevadas, tengo cinco años de coquero y no me ha pasado ni mierda –me dijo Renato- mas bien, ve armándote un tronchito pues, que me estoy aplatanando.
Armé el troncho rápidamente, mientras la brisa del fecal mar limeño se colaba por la ventana semiabierta.
-Carajo, todo un profesional armando su troncho. –me dijo Renato fumando con fuerza- ¡Mierda, que rica esta la hierba!
Dio unas tres pitadas más y me lo pasó, luego terminé por acabarme el troncho.
-No hay como la canabis para relajarse –dijo Renato.
-A mi no me relaja, a mi las drogas me vuelven maricón, recontra maricón –le dije.
-¿No jodas? ¿Te gustan los hombres? –me dijo sorprendido, mientras el carro subía la cuesta hacía Miraflores.
-Sí, bastante. Sobre todo tú. ¿Te jode?
-No huevón, para nada. Si a mi también me pasa. Puta, yo pensaba que era el único.
-Que chucha vas a ser el único, si a medio Lima se le chorrea el helado. –dije- Lo que pasa es que todos son una sarta de cabros que no se atreven a aceptarlo. Se cagan de miedo.
-Es que no seas pendejo pues, aquí en Lima puedes ser de todo: ratero, borracho, coquero, pero nunca, maricón. Con eso si te jodes.
-Son huevadas, Renato. Vas a ver que yo, siendo como soy, voy a llegar bien lejos. Me voy a graduar de abogado y me voy a lanzar a la presidencia.
-¿Y yo seré tu primera dama o tu primer marido? –dijo Renato riéndose.
-Tú serás lo que quieras, mi amor –le dije besándolo, mientras cuadrábamos el carro frente a su enorme casa en la calle Porta.
Entramos a la casa. Era preciosa, parecía nueva.
-Límpiate bien las tabas y no toques nada, porque mi vieja es maniática de la limpieza –dijo Renato.
Caminamos hacia su cuarto. Renato prendió su radio, nos quitamos la ropa y nos echamos en calzoncillos sobre su cama. Renato trató de besarme.
-¿Y si vienen tus viejos? –le pregunté.
-Ni cagando, tienen hasta mañana –me dijo.
-Okay, pero ahorita no tengo ganas de cachar. Mejor otro troncho, ¿Qué dices?
-No, mejor probamos que tal esta el paquirri -dijo Renato, mientras sacaba la coca de uno de sus bolsillos y ayudado por su DNI aspiro un poco de coca.
Jalamos todo lo que pudimos. Teníamos la garganta seca, los labios partidos, nuestros rostros estaban completamente tiesos.
-Vamos a cachar –dijo Renato haciendo gestos extraños con los labios.
-No, Renato, mejor no –dije totalmente duro- me siento mal, me duele el pecho, creo que me va a dar un infarto.
-Calla huevón, no seas mariquita. –dijo Renato echándose sobre mi- Cachar duro es riquísimo, mira te voy a enseñar.
Renato y yo tuvimos sexo torpemente. Sinceramente no me gusto mucho, pero él pareció disfrutarlo.
-¿Te gustó? –me preguntó recostado sobre mi pecho. Estábamos sobre la cama, aún desnudos, yo me moría por meterme un tiro más. Le pedí la coca Renato y jalé todo lo que pude. Mi nariz estaba a punto de arder.
-No sé, creo que no –dije mientras se me quebraba la voz- me siento horrible huevón, me siento sucio, siento que soy un coquero de mierda.
-No seas huevón, pues compadre –dijo Renato apartándose de mí- Que huevada contigo, trata de no pensar en eso. Cuando estas en rebote es mejor no pensar en nada.
-¿Es que no te das cuenta? –dije llorando- Soy un maricón, un puto maricón coquero, y yo no quiero ser así puta madre, yo no quiero.
-Puta pero a mi me gustas así –dijo Renato besándome el cuello- me gustas así bien mariconcito, eres mi mariconcito rico.
Renato parecía estar hablando dormido, casi no se le entendía nada.
-¿Me quieres? –le pregunté.
-Cómo mierda, huevón –me dijo- sin ti no voy a poder aguantar la universidad.
Traté de sonreír pero no pude, tenía la cara rígida.
-¿Crees que nos graduaremos? –le pregunté.
-Si dejamos la coca, tal vez –me dijo Renato aspirando más coca- pero por ahora, no me interesa averiguarlo.
- A mi tampoco –le dije y lo besé.

Diego Granadino.

lunes, 10 de agosto de 2009

¿POR QUÉ ESCRIBO?

A Nicolas.

"...Escribo, por supuesto, para vengarme. Para vengarme de todos, de mi familia, de mis amigos, de mis enemigos, de ustedes y sobre todo de mí."


Escribo para no olvidarme lo que digo hablando solo al caminar en la calle. Escribo para mantener mis manos ocupadas y no usarlas para tocarme frenéticamente el sexo.

Escribo porque los lunes, un grupo de personas, tal vez reducido, espera que escriba. Escribo para demostrarles a todos, que las leyendas que escucharon sobre mí, todas, absolutamente todas, son verdad. Escribo porque les doy pena y ni siquiera se molestan en disimularlo. Escribo, por supuesto, para vengarme. Para vengarme de todos, de mi familia, de mis amigos, de mis enemigos, de ustedes y sobre todo de mí.

Escribo porque escribir me hace bien a la salud. Escribo porque necesito llorar, y escribir, felizmente, me provoca un llanto interminable. Escribo para poder gritar, para poder morderte y luego escapar como un perro callejero al que han pateado brutalmente, y es que valgan verdades, sí que me han pateado.

Escribo por que no sé cantar, ni pintar, ni bailar, en fin no sé hacer nada, solo escribir y eso, es objetable.
Escribo porque sé que tal vez no tendré hijos, y que si los tengo, no vivirán conmigo sino con su madre. Escribo porque mi abuelo se murió y lo extraño. Escribo para nunca olvidarme de mi abuelo, para tenerlo presente en todas partes, para que vele mi sueño, para que se sienta orgulloso de mí.

Escribo por la misma maldita razón, por la que trabajo doce horas, cinco días a la semana.
Escribo porque necesito plata para poderme procurar, yo solo, el mismo nivel de vida que el de mis amistades, que son pocas pero son.

Escribo para que, si no me pueden respetar, que es obvio que nadie lo hace, me teman, se caguen de miedo de mí. Escribo porque soy malo, cruel, indigno, vil, etcétera, etcétera, etcétera. Escribo para sentirme (y parecer) importante. Escribo para no tener nunca que matar a nadie y para prolongar, solo un poquito, mi suicidio.

Escribo porque no tengo nada que hacer en la noche cuando no puedo dormir. Escribo en nombre de los traicionados, los tristes, los humillados, los parias, los linchados, los heridos y sobre todo, en nombre de los maricones, que son, al fin y al cabo, el resumen de todo lo dicho anteriormente. Escribo porque no sé pelear y porque no sé defenderme. Escribo porque si me defiendo a golpes, es muy probable que me rompan la cara de inmediato.

También escribo porque puedo crear historias a mi antojo, porque puedo hacerme alto, flaco, inteligente, pingón.

Escribo porque cuando escribo y solamente cuando escribo, me desconozco, me transfiguro, me convierto en algo poderoso y bendito y luminoso y santificado y lleno de gracia, me siento Dios. Porque siento que vuelvo a ser casto, siento que vuelvo a ser virgen, porque soy nueva criatura.

Escribo porque me regocijo horrorizando a mi abuela y a todos los que me leen.
Escribo porque mañana, tal vez ya no esté, y si eso pasa, ya no podré escribir.
Escribo porque me siento solo y a la vez porque me gusta ser libre. Escribo porque me gusta de leer y copiarme de los autores que leo.
Escribo porque me gusta que me digan que me leen.
Escribo porque necesito contarle a alguien (o a todos) mis cosas o las cosas de alguien (o de todos).
Escribo para que esta computadora no me sirva sólo para masturbarme en las madrugadas. Escribo porque desde niño he querido escribir, pero escribir bien, no como ahora.

Escribo con la ilusión de que, ya que te he decepcionado a mis padres en todo lo demás, por lo menos estén orgullosa de lo que escribo, pero eso, es casi imposible. Escribo para no olvidar mis recuerdos. Escribo porque se terminan los sueños y los amigos, eso sobre todo, lo amigos.

Escribo porque escribiendo que soy bisexual siento menos vergüenza que diciéndolo. Escribo también, porque siento que estoy perdiendo la vergüenza.
Escribo para celebrarme y para destruirte y para destruirme y para celebrarte.

Escribo para que todos sepan que ya no te quiero pero que te quise. O que ahora, en realidad, te quiero más y que el solo hecho de saberlo te arrebate un poquito de felicidad. O te la duplique. Escribo para no llamarte al celular, el cual me sé de memoria. Escribo para que si algún día publico un libro y tú lo veas en alguna librería, te mueras de la cólera.

Escribo para recordarte que todavía estoy aquí. Que, contra todo pronóstico, resistí. Que no me mataste, que no me mataron. Que todavía no me he muerto, puta madre.

Pero escribo, sobre todo, porque quiero ser escritor.



B.O.

lunes, 3 de agosto de 2009

EL AMIGO QUE NO PERDÍ

Para mi causa Adrian.

"...en mi humildad esto es lo único que yo puedo regalarte, por que esto es lo único que yo se hacer, esto es lo único que me apasiona en verdad hacer y tú, lo sabes, lo sabes más que nadie."


Si tuviese que escribir mi última historia, si tuviese que narrar mis últimas memorias y si tuviese que plasmar en este espacio el último de mis recuerdos, jamás me perdonaría no escribir sobre Adrian, mi mejor amigo y como ya lo he dicho en reiteradas ocasiones, el varón circunspecto que yo nunca seré.
Tal vez a nadie le importe saber de él o de nosotros, pero yo no quiero ser escritor para importarle a la gente sino porque soy un cobarde y no encuentro una mejor manera de expresar lo que siento, excusándome en mi imaginación para evitar las posibles riñas y a veces golpizas que esto me acarrea. Por eso, todas las personas que han participado en mis retorcidas crónicas, todos los actores que han protagonizado mis relatos, significan mucho para mí pues para bien o para mal, han compartido generosamente sus vidas conmigo y yo, no sé si injustamente, los he apresado en mi memoria para perpetuarlos sobre el papel o como en este caso, dentro del ciberespacio. Y como sé, que ha este blog y tal vez a mí mismo, ya no nos queda mucho tiempo, he decidido escribir esta historia, que quizá no imaginé de esta manera, pero que hoy, tal vez por la premura, ha empezado a fluir desenfrenadamente.

No sé que te puedo decir, hermano, que yo no te haya dicho antes. No sé que historia pueda contarte con la intención de sorprenderte, que no te haya contado antes.
No sé como agradecerle, estimado ingeniero, la ferviente amistad que me ha brindado por tanto tiempo, jugándose en muchos casos la reputación, pues estar al lado de un maricón y peor aún abrazarlo o besarlo, te convierte, en las rapaces y fecales bocas de nuestros, digamos, “amigos”, en un maricón más. Y eso, no me lo dijo usted ingeniero, sino lo noté yo. Lo noté cuando me abrazabas sin asco frente a quien sea, lo noté en Marina Park, sobre el Tagadisco, cuando me abrazaste por detrás y me enseñaste a mantenerme de pie justo al medio y resistir, como tú, las convulsiones que le procuraban los apuestos muchachos de la cabina. ¿Recuerdas ese día? Apuesto que ya lo habías olvidado. Yo nunca lo olvidaré. Podría jurarte de que fue uno de los pocos días en que fui enteramente feliz. Gracias por eso amigo, y gracias también por ayudarme a conseguir esas mágicas pastillas desembarazadoras. ¿Qué hubiese sido de mi sin ellas, hermano? ¿Qué sería de Fiore sin ellas? Los dos te debemos mucho, pues si tú no nos hubieses ayudado hoy seríamos padres de un hijo, tal vez igual de confundido que yo. Pero tú siempre estuviste a mi lado para lo que fuese, no solo fuiste mi brazo derecho fuiste también el izquierdo.

Yo sé que al principio te hiciste mi amigo para conquistar a una mujer, a la cual por ciento conquistaste, ¡Y de qué manera! , pues puedo jurarte, cómo que también ha sido mi mujer y la conozco mejor que nadie, que ella aún no te ha olvidado y que si te lo propusieras hoy podrías tenerla comiendo nuevamente de tu mano, ¡Por que coño, que facilidad tienes para arreglar las cosas! Pero me estoy desviando del tema, pues tal vez lo que tú no sabes es que yo me hice tu amigo para conquistarte a ti.
Me avergüenza un poco decirlo, pero es verdad. Aunque luego, con el tiempo y para cubrir mi fracaso, pues tú nunca, ni siquiera por compasión me tocaste siquiera un pelo, formulé la teoría de que nunca, por mas que te encuentres re-cachondo, te acuestes con un amigo o amiga que en verdad valores. Con los otros incluso esta permitido hacer orgías, pero con las personas que en realidad estimas es mejor declinar a poseerlas o dejarse poseer sexualmente, claro que esto no te impide masturbarte pensando en ellas o ellos, pero te prohíbe cualquier clase de acercamiento de tipo carnal.
He comprobado esta teoría muchas veces y me ha pasado con frecuencia que he ido perdiendo amigos por el solo hecho de no saber contenerme. Hay están por ejemplo casi todos mis amigos de la primara y uno que otro de secundaria.
Pero contigo fue distinto siempre, amigo, y tengo que decirte que escribí todo esto para demostrarte lo importante que eres para mí y para jurarte que nunca intentaré, por lo menos sobrio, acostarme contigo.
Hablando de eso, ¿te acuerdas de esa traviesa camarita que ocultabas en tu cuarto y con la que me transmitías en vivo y en directo tus fogosas jornadas amatorias? Acto por el cual, yo también en reciprocidad me desvestí junto a mi novia frente a la web cam y compartí con la tele-audiencia que habías invitado secretamente a tu cuarto, las desforzadas poses que procuraba con mi novia para que no se me vea más de lo necesario. ¡Estabamos locos, brothersito! Ahora ni loco me atrevería a sacarme siquiera la camisa frente a una cámara, y yo creo que tú menos.
Y hablar de cámaras me hace recordar también una historia que pudo acabar mal, pero que por ese don mágico que tenemos para hacer divertidas las cosas, y que espero nunca perdamos, termino convirtiéndose en toda una aventura. ¿Te acuerdas de la pobre “Huesito”? ¿Del enorme collar que le heredó su abuela, por el cual yo no daba ni un sol, pero que terminó valiendo una fortuna? ¿Recuerdas la repartición del motín, sentados como delincuentes comunes sobre unas bancas frente a las Malvinas? ¿Cómo puedo olvidar yo eso? La pobre Maria Claudia, que ha sufrido muchos golpes en la vida, tuvo que soportar también los golpes de nuestros vengativos amigos.
Es por eso que hoy solo me queda decirte que me arrepiento de nada de lo que vivimos y que si tuviese que repetirlo todo, pues lo haría gustoso. Yo a veces digo que no creo en Dios pero eso es mentira, yo cada vez que estoy contigo, cada vez que hablamos o nos escribimos al correo, creo en Dios y le agradezco por haberte puesto en mi camino, pues sin ti “causita”, sin tus consejos, sin tus mentadas de madre, yo no sé que mierda sería de mí.
Adrián, yo solo quiero decirte que tú significas para mí, mucho más que estas chapuceras líneas, pero en mi humildad esto es lo único que yo puedo regalarte, por que esto es lo único que yo se hacer, esto es lo único que me apasiona en verdad hacer y tú, lo sabes, lo sabes más que nadie. Gracias por apoyarme en esta nueva locura de querer ser escritor, gracias por no darme la espalda nunca y bancarte todas mis estupideces, consiguiéndote pleitos gratuitos, de los cuales yo nunca podré sacarte. Y gracias sobre todo por creer en mí, ahora que tal vez ya nadie lo hace.

Diego.

jueves, 30 de julio de 2009

¡SOY UN ASESINO!.

A mi suegra, con todo el odio del mundo.

¡Coño, no me puede estar pasando esto!, me dije molesto. Tenía que vengarme, ninguna persona o animal puede morderme el culo y vivir para contarlo. Me paré algo adolorido y aprovechando la ausencia de mi novia, fui en busca de la fiera...


Mi relación con los animales nunca ha sido la mejor, por supuesto que con los personas “pensantes” tampoco, pero la principal diferencia entre ellos es que con los humanos me puedo acostar y solucionar cualquier tipo de diferencias o problemas y con los animales no (o por lo menos hasta ahora no lo he intentado y creo que tampoco tengo ganas de hacerlo). Creo también que los animales, sobre todo los gatos, son infinitamente más inteligentes que yo. Su mirada desafiante me resulta sumamente intimidante. Ni siquiera esforzándome podría alcanzar a igualar las habilidades de un gato, con esto no quiero que piensen que los admiro, yo no admiro ni quiero a ningún animal (tal vez por eso tengo muy bajo autoestima), todo lo contrario, les temo, los odio y hago todo lo humanamente posible para mantenerlos alejados de mí y de mi territorio. Eso lamentablemente, no es algo que mi novia y mis ex novias entiendan, pues juraría que quieren a sus animales mucho más que a mí y por lo tanto me obligan a estar cerca de ellos exponiéndolos a mis patadas, escupitajos y cuanta maldición me sea posible conjurarles.
De niño era para mi un deporte decapitar pollitos o bañar en el inodoro a gatitos recién nacidos, pero ya de grande y con mucho menos escrúpulos, descubrí que eliminar animales indefensos era mi verdadera vocación. Muchos creerán que soy malo, y es verdad, lo soy, pero no digo esto para parecerlo aún más si no para tratar de justificar, desde el punto de vista psicológico, la gravísima falta que cometí la semana pasada. Falta de la que no me siento arrepentido del todo, y digo esto pese a que mi confesión podría agravar mi actual estado de reo contumaz. Pero como todo para mí tiene una explicación lógica (y lo que no tiene pues se le inventa), en las siguientes líneas paso a explicarles mi versión de los hechos.
Mi novia tiene una madre y una perra. Las dos son pequeñas y viejas. Las dos me odian. Por supuesto que yo he aprendido a odiarlas con el mismo fervor que ellas me odian a mí. No sé con seguridad, quien de las dos me odia más, pero de lo que sí estoy seguro es que yo las odio a las dos de la misma manera (y esto lo hago para no causar celos entre ellas). He descubierto que de las dos la más valiente y osada es la perra, pues al verme me ataca con sus ensordecedores ladridos y una que otra vez se atreve a mordisquearme la pantorrilla, en cambio mi suegra solo atina ha hablarle mal de mí a su hija y a casi toda su parentela, cuando no me encuentro presente. Lo único que se atreve a hacer esa distinguidísima señora, es a mirarme con furia y a enviarme dolorosas indirectas. Ella cree que me duelen y yo que soy un buen yerno, intento que a si parezca, con el solo propósito de que pueda ser feliz en estos años, que imagino serán los últimos que pasará entre nosotros.
La perra de mi suegra, y dejo constancia de que me refiero a su mascota, parece estar adiestrada para hacerme la vida imposible, pero esto a mi novia por supuesto le tiene sin cuidado, pues siempre tiene una explicación para su mal carácter. Mi suegra casi nunca esta en casa, pero eso no importa, ella, no dudo que valiéndose de encantamientos y hechicerías, ha adiestrado a su animal para que en su ausencia me mantenga lo más alejado de su hija que fuera posible. Esto me irrita, pues me quita la posibilidad de besarnos y tocarnos a nuestro antojo aprovechando que estamos solos.

El lunes pasado, que climáticamente para mí fue maravilloso (una lluvia torrencial completamente literaria), no lo fue tanto laboralmente. Acababa de llegar de unas prolongadas vacaciones y esto en vez de tenerme en cierto modo relajado, me daba pánico pues me imaginaba todo el trabajo acumulado que tendría sobre la mesa. Fue un día terrible, no solo para mí si no también para todos los que tuvieron que soportarme. Pero había algo que por lo menos me mantenía cuerdo: a las seis de la tarde en punto tomaría un taxi e iría a ver a novia después de casi un mes. Imagínense como estaba. Solo un hombre podría comprenderme, aunque no dudo que una lesbiana también. Nada podría arruinar ese encuentro, excepto su madre claro, pero esta no estaba. Perfecto, decía yo. Pasé por una farmacia y luego le dije al taxista que no pare hasta Jesús Maria (y también le dije: “ponte desodorante”, al estilo Príncipe del Rap). El tráfico alargo la espera y me lleno de ansiedad. Entiéndanme, ¡Casi un mes sin ver a tu novia! Solo y aburrido en un hotel provinciano, rodeado de habitaciones en donde probablemente estaban haciendo el amor salvajemente y yo, resignándome a ver porno en televisores chapuceros, tocándome frenéticamente.
Llegué y de inmediato subí. Las escaleras se me hicieron interminables, y es que subir siete pisos con mi peso actual, puede resultar toda una proeza. Toqué y me abrió ella. Estaba preciosa, en buzo y descalza, esto por supuesto que causó cierta rigidez en alguna parte de mi cuerpo, pero que supe disimular con un casi inadvertido movimiento de mano. Luego nos comenzamos a besar como si no nos hubiésemos visto en años, yo ya imaginaba el excitante desenlace, cuando de pronto, sobre mis nalgas sentí unos pequeños incones que no podían ser causados por las manos de mi novia, pues estas estaban ocupadas cogiendo una zona algo prolongada de mi cuerpo. Fue casi instantáneo, pero yo sentí que la penetración era interminable. Di un grito y me sacudí y tras de mi empezaron los desesperantes ladridos de la maldita perra de mi suegra, que acababa de morderme. Estuve a punto de llorar, pero la vergüenza pudo más. Aunque yo sentí que la perra se había llevado un trozo de mi culo entre los dientes, traté de disimular ante mi novia que había perdido toda la fogosidad por dedicarse a buscar algodón y alcohol para curarme.
¡Coño, no me puede estar pasando esto!, me dije molesto. Tenía que vengarme, ninguna persona o animal puede morderme el culo y vivir para contarlo. Me paré algo adolorido y aprovechando la ausencia de mi novia, fui en busca de la fiera. La encontré oculta en las cortinas del balcón, parecía saber que lo que acababa de hacer le iba a costar caro. Seguramente vio en mis ojos todo el odio contenido que he guardado en mi corazón siempre y que no he tenido el placer de demostrárselo a nadie. La muy cobarde trató de huir, pero ya era muy tarde su sentencia de muerte estaba firmada. Sin darle tregua a que emita un ladrido más, corrí hacía ella como lo hubiese hecho el mejor delantero de fútbol de mundo y mi pierna derecha se desplazo directamente a su abdomen. Realmente fue una patada descomunal, la perra solo pudo dar un pequeño quejido y antes de que yo pudiese hacer algo, empezó a dar vueltas sin sentido y acrobáticas muy cerca del balcón, para luego desplomarse al vacío y bajar los siete pisos del edificio de una manera muy particular. No pensé que podría caerse, realmente no era mi intención empujarla, tal vez si lo era matarla, pero no de esa manera tan cruel y tan poco convencional. No pasó más de dos segundos para que pudiese oil su aterrizaje. Yo estaba helado e inmóvil cuando escuché a mi novia acercarse, de inmediato notó en mi cara que algo no andaba bien, yo solo señalaba el balcón con el dedo. Lo que pasó después es difícil de explicar. Mi novia y mi suegra me acusaban del asesinato, yo me defendía, pero era consiente de que no me creerían. A nadie le interesaba que tuviese la retaguardia herida, a nadie le importaba que yo hubiese actuado en defensa propia por eso, quisiera que la perra de mi suegra se pudra en el infierno. (Ahora si dejo constancia de que me estoy refiriendo a la mamá de mi novia)