A TODOS LAS PERSONAS QUE COMPARTIERON EL AMOR EN TODAS SUS FORMAS O DIMENSIONES CONMIGO.
DIEGO.
Hace cuatro años le hice el amor por primera vez a una mujer. Fue un comienzo accidentado, lleno de temores, bochornos y sin la protección debida de un preservativo. Fue un acto de amor aunque también de miedo. Me embargaba el temor de no dar la talla, de no durar lo suficiente, de no poder ocultar mi conocida inapetencia por lo femenino. Pero al fin y al cabo terminé sobrecogido por una mujer a la que no amaba en ese momento, pero a la cual terminé amando con locura más tarde. Y fue quizá ese acto cómplice, el que logró enamorarnos y mantenernos juntos por tanto tiempo, esa es mi teoría, no sé que dirá ella.
Recuerdo que en la primera oportunidad que tuve de estar junto a ella fui yo el que declinó. Cabe indicar que para eso, yo antes había hecho alarde de mis supuestos mil y un encames frente a ella, que por ese entonces era solo mi mejor amiga. Pero en ese momento y frente a su sexo desnudo, no supe ni siquiera como actuar y dije la primera estupidez que se me vino a la mente: Fiore, yo te respeto, creo que vamos muy rápido. Eso, por supuesto, me valió muchos puntos a mi favor, y quedé, afortunadamente, como el chico respetuoso y correcto que ella siempre creyó que fui.
Inmediatamente después de este episodio, corrí a mi barrio y busque la ayuda experimentada de los que hacía mucho desvirgaban mujeres por doquier. Les conté mi drama y traté de entender sus rampollescos consejos al máximo pero a la vez iba aplazando o evitando las oportunidades que tendríamos para concretar lo que evidentemente tendría que pasar tarde o temprano, eso, por lo menos, era lo que pronosticaban nuestros besos y tocamientos apasionados.
Hasta que el día llegó y tan tonto no soy, sabía que de no dejar que las cosas fluyan quedaría mal parado o crearía dudas innecesarias en ella y quise evitarme esos problemas más que por orgullo, por miedo. Ella hizo todo, lo confieso. Yo solo me dejé hacer el amor y sinceramente fue una de las más grandes decepciones de mi vida. No llegamos a terminar y no sé si ella llegó a notar mi inexperiencia y mi fracaso, pero luego estuve un gran rato encerrado en el baño masturbándome y tratando de expulsar todo lo que no pude en mi naufragio.
Intentamos hacerlo muchas veces más y el resultado fue el mismo: la frustración de no eyacular nunca. Era un amor incompleto, que te dejaba un sabor amargo en la boca y que nos mantenía en silencio, sudorosos, oliendo a sexo.
El día de su fiesta de quince años hicimos el amor por primera vez o mejor dicho, llegué a eyacular en ella por vez primera. Toda su familia estaba muy cerca del cuarto en que lo hacíamos y quizá por eso, el riesgo digo yo, fue lo que llegó a excitarme medianamente. Cuando lo logramos, recuerdo, lloramos mucho, palpamos el preservativo, conocimos al plural de mis células confundidas encapsuladas dentro de ese jebe maloliente y respiré profundamente totalmente convencido de que por fin era un hombre, que no me separaría de esa mujer nunca y que era una delicia hacerle el amor, que no volvería a estar con un hombre nunca más, aunque ya mucho tiempo después, me convencí que estaba equivocado.
Desde ese momento descubrimos que lo que verdaderamente nos excitaba era el hecho de sentirnos acechados, descubiertos, pillados. Y gracias a esa extraña costumbre, procuramos hacer el amor en los lugares más peligrosos y a la vez interesantes que pudimos. No era lo mismo hacer el amor en un hotel mala muerte de la avenida Habich en San Martín de Porres, encerrados frente a un televisor de 21 pulgadas con cable y canales para adultos, que hacerlo fuera del baño en el que su mamá se bañaba o hacerlo en la misma cama en que su hermana mayor dormía y en donde nosotros también fingíamos dormir profundamente. Cosas como esas hacían que nuestro amor sea especial pero a la vez peligroso. Cada vez buscábamos un lugar más excitante, hacer el amor en su casa o en la mía con nuestros padres rondando ya no significaba nada, queríamos más. Llegamos a hacerlo en un bus, la línea treinta y tres, que va de Gamarra a Canta Callao, en el asiento de al fondo, cubiertos por mi casaca y moviéndonos al compas del carro, que por cierto estaba semi-vacio. Lo hicimos también en el baño de la academia Trilce, exactamente la que se encuentra en la cuadra trece de la Arequipa, ella sentada sobre el tanque de agua del inodoro, a una altura considerable que evitaba que le vean los pies y yo parado frente a ella, tapándole la boca con las manos para que no haga ruido y evitar que ser descubiertos. Muchos otros lugares que hoy se escapan de mi memoria fueron también testigos silenciosos de nuestra fabricación del amor, lugares que aun sigo frecuentando y que me traen recuerdos imborrables, recuerdos que nunca podré describir.
Luego descubrí el amor con otras mujeres y desde hacía mucho tiempo atrás con otros hombres y gracias a eso entendí que no todas las personas con que te acuestas son memorables, las situaciones, los lugares, los momentos exactos, las hacen memorables e indescriptibles. Ahora hago el amor con frecuencia, no siempre me resulta gratis, pero intento buscar en él, las dosis de peligrosidad del inicio, aunque no siempre es tan fácil conseguirlo o no siempre consigues a la persona que este dispuesta a intentarlo. Por eso a veces tienes que pagar y no me avergüenza el hecho de decir que a veces tengo que pagar por amor, no siempre tampoco, pero las veces que lo tengo que hacer, lo hago y creo que te sientes mejor, disfrutas del producto que has comprado, lo aprovechas al máximo.
Resulta más cómodo irte a un hotel con una chica pero tal vez no tanto si es que vas con un hombre, digamos que en ese caso siempre existe un poco de vergüenza. Vergüenza que por supuesto yo se manejar muy bien, pero que en el caso de mis inexpertos acompañantes, que casi siempre son distintos, no puedo reprimir, por eso he cambiado de escenarios y hoy el baño del segundo piso de mi facultad, al cual no entra nadie y aun no me explico porqué, se ha convertido en el lugar que acoge mi amor en todas sus dimensiones todas las semanas (sobre todo cuando tengo clases de Lógica Jurídica). Ese baño es un lugar místico, desolado y no por eso menos acogedor, y además cuenta con un diseño sonoro que encapsula los gemidos y onomatopeyas propias del amor.
Nunca he sido descubierto, ese es mi mayor orgullo. Creo que si de algo se puede jactar una persona es de la cantidad de lugares en que haya hecho el amor, no de la cantidad de personas, hombres o mujeres, de eso no, tan solo de las veces en que se entrego al deseo, a sus más bajos instintos, a las ganas descontroladas de entrar en alguien o de dejarse poseer por alguien, de las veces en que dejo un poco de su ser, de su vida en un persona o en un preservativo.
Si algún día muero y tienen que escribir mi epitafio, tendrán que decir:
Fue un hombre (en parte) que amo y fue feliz, por que hizo el amor en todas partes.
O Diego, magnifico relato. Ahora se un poco mas de tu vida y tambien se que no debo terminar mi secundaria en TRILCE de la avenida Arequipa.
ResponderEliminarTu epitafio podria decir : "La pasó lindo en su vida, follo como ninguno y murio follando, su vida estaba destinada al sexo"
Ayrton Vargas
totalmente de acuerdo con el amigo de arriba
ResponderEliminarse ve que te conoce Diein
Gisell
FELIZZZZZZZZZ ANIVERSARIOOO PAJEROOOOOOOOOOOOO
ResponderEliminarJULISSA
yayaya
ResponderEliminarFeliz aniversarioooo! =)
bieeeeeeeeeen alegre stoi x ti ;)
jajajaja ¬¬
Corin.
Oh.. un año d pajas (:
ResponderEliminarfelicidadess xD diieguito ..
Hey , y para cuando tu libro?
..
Cdt!
Cierto, para cuando tu jodido libro??
ResponderEliminarAyrton Vargas
QUE TITULOOOOO + PENDEJOO OOOOOOOEEEEEEEE LOCOTEEEEE
ResponderEliminarFELICITACIONES PUEEEEEEE
UN AÑOOO DE PAJEROO (DICEEE)
COCO