"La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena." El chavo del Ocho
(CONTINUACIÓN PARTE 1)
No puedo explicar como o porqué pero sí que debió gustarme pues no opuse resistencia. Me deje ultrajar como una buena puta y seguramente el violador es un gran pingón.
Me limpio con cuidado con ayuda del papel higiénico, al parecer sigo sangrando. Solo ahora comprendo el malestar de las chicas al menstruar.
Sin querer, el saber que estoy emanando sangre del trasero me ha quitado todos los malestares del rebote, ahora solo estamos el dolor de mi culo y yo.
Me baño, me lavo el culo para que no se infecte, el agua que se resbala por mis piernas, cae a mis pies y se cuela por las rendijas del piso de losetas es semi-rosada. Salgo del baño. Me taconeo el culo con papel higiénico, me pongo los pantalones sin calzoncillo, me pongo gotas a los ojos, cuento mi dinero, me pongo la camisa los zapatos y las medias y luego cojo mis cosas y me voy de ese cuarto inmundo donde me rompieron el culo.
Le pregunto a la recepcionista dónde estoy y me dice que en un hostal en el centro de Lima; le pregunto si tiene una Inka colita bien helada y me dice que sí, que a tres cincuenta, y yo pienso que estoy es un robo a mano armada, que no hay respeto por los convalecientes. Le pago y le pregunto si le debo algo más, me dice que nada, que mis amigos pagaron todo, y yo le doy las gracias y salgo con mi mochila al hombro, caminando como pato y sé que la recepcionista me esta mirando el poto y que esta sonriendo golosa por que se imagina lo que me pasó anoche, por que se imagina que me rompieron el culo.
Paro un taxi y me subo, me dice a dónde y le digo al Comercio y le pido que apague su Radiomar plus por que me siento mal, el taxista lo hace de mala gana; suena mi celular, es mi mamá, le contesto y le digo que estoy bien que no se preocupe y al toque le cuelgo, no estoy para sermones y en eso me entra la curiosidad por saber si tomé alguna foto desde mi celular anoche o deje alguna pista que me ayude a dar con los culpables, y sí, claro que las tomé. Hay están los desgraciados, salen sonrientes, felices, cómplices, como si supieran exactamente que me romperían el culo, como si lo hubiesen calculado desde hace mucho.
Yo solo sonrío y me digo que ha llegado la hora de vengarse y que le voy a romper el culo no solo a ellos si no a cualquier ser humado que se me cruce por enfrente y aunque no estoy bien sentado, en el fondo me siento bien pues el solo hecho de maquinar mi venganza me entretiene; pero a estas alturas de la mañana solo de dos cosas estoy seguro: de que no cagaré en mucho tiempo y de que si este viejo calvo no se apura, llegaré tarde al trabajo.
(PARTE 2)
Nadie dijo que una venganza fuese fácil pero intentar vengar a tu mancillado poto es una misión laboriosa, peligrosa y está demás decir que excitante.
El proceso de recuperación es lento pero ya noto las mejorías, mi evacuación intestinal, que lógicamente era mi mayor preocupación, la estoy llevando a cabo con éxito gracias a unos laxantes muy buenos y aunque sigo convaleciente e tratado de seguir con mis labores diarias, que son muchas normalmente. Ahora solo una cosa me perturba y me quita el sueño: el vengarme de los dos mequetrefes que ingresaron en mí sin el debido consentimiento y peor aún, por la puerta falsa.
Pude saber quienes eran gracias a la nunca menos apropiada cámara fotográfica de mi teléfono celular. Una cámara que de por sí siempre pensé inservible y desdeñable, pero que ahora me ha servido para reconocer a los mercenarios pinga loca que me horadaron el culo.
El solo hecho de reconocerlos y saber quienes son es una sorpresa. Nunca pensé que tan buenos muchachos, bastante heterosexuales ellos, por cierto, con novias riquísimas y además críticos tan feroces de blog´s de ambiente, se hayan dejado fotografiar tan placenteramente con sus sexos erguidos, tocándose unos a otros, permitiéndose la osadía de ingresar a mi boca los dos a la vez. Ver las fotos me provoca una sonrisa enorme, no hay crimen perfecto, pienso.
Pero que clase de avaros mentales pueden ser estos imbéciles para dejarse fotografiar por un ser tan peligroso como yo. Que pensarían estos anormales amigos míos, que me quedaría en silencio lamentándome y amedrentado por su bravuconería infantil. Pues no. El hecho de que también te gusten los hombres no te hace maricón, los maricones fueron ellos, que aprovechándose del estado inecuánime en que me encontraba (o en que me encuentro), forzaron una penetración que en un inicio debió ser negada, pero en fin, no me quejo, esos son los riesgos que uno asume, pero los reto a que así sano como estoy ahora, bueno me acabo de fumar una troncho pequeñito hace un momento para darme coraje, se atrevan a sodomizarme, verán lo que les espera.
Entonces, como les decía, he visto las fotos y me he fumado un tronchito para planear la venganza por que aunque no lo crean así pienso mejor, y se me ocurre la genial y temeraria idea de descargar esas fotos a mi computadora y enviárselas a todo ser viviente que tenga una dirección de correo electrónico activa.
No es una buena idea desde el punto de vista de las consecuencias que traerá, pero siento que es mi deber jurídico reivindicar a mi poto que a sufrido una violación a sus derechos humanos.
Descargo las fotos y las voy enviando, primero a sus novias, luego al correo universitario de la facultad, luego a los catedráticos y al decanato y finalmente a nuestros amigos en común. Coloqué las fotos y un titulo en letras de colores que decía: Los críticos de ambiente. (En alusión a que uno de ellos en un artículo bastante primarioso, criticó la defensa de uno de mis compañeros a un fallo del Tribunal Constitucional a favor de los homosexuales)
Envié las fotos desde un correo recién creado y noté el inmediato impacto que esto causó en toda mi comunidad universitaria. El chisme y las fotografías se esparcieron de inmediato, y por lo que sé hasta el momento, sus novias los han dejado públicamente y ellos aún no dan la cara, se encuentran como no habidos.
Me sentí feliz y vengado, esto es como haber ganado un juicio, como haberlos condenado a la cadena perpetua de llevar sobre su espalda el yugo doloroso y vergonzante de una travesura imperdonable, que les ha costado la reputación y tal vez les cueste la carrera.
Abro mi correo y entre otras cosas veo un correo anónimo, lo leo y dice: Cuídate maricón, te rompimos el culo pero ahora te vamos a romper la cabeza.