Al ratón, por recordarme que pese a todo soy bisexual.
"No recuerdo todo lo que hicimos esa noche, pero no solo descubrí la madurez de su mente sino también de su cuerpo y especialmente la de su sexo, que estaba enorme. No recordaba haberlo dejado así, su ingreso fue doloroso pero lo disfruté..."
Sebas volvió después de mucho tiempo. Ni bien llegó fue a buscarme, tocó mi puerta y no me encontró. Está trabajando, si viene llega más tarde, si no ya no aparece hasta mañana joven, a veces se va donde sus papás o donde la señorita Fernanda, le dijo la empleada. ¿Qué habrá pensado en ese momento Sebas? me pregunto; ¿Diego trabajando?, se habrá preguntado. Sebas me esperó sentado en la vereda del frente, sabiendo que tal vez demoraría horas o que simplemente no llegaría, nunca lo sé, nunca tengo nada planeado. Él tenía la certeza que ese día estaría ahí, de que bajaría en la treinta y nueve de la Brasil y que entraría a Sáenz peña, el largo jirón diagonal y caminaría las cinco cuadras que llevan al mar, ese mar que me vio crecer, en el que fuimos felices. Así fue.
No creo en el destino, pero ese día pude haberme ido a cualquier otra parte, a ver a Fernanda, que anda más preocupada en nuestras células que se multiplican en su vientre que en mí (algo que también debería preocuparme a mí, pero a estas alturas ya nada de lo que haga me sorprende o preocupa), a casa de Claudia, Manuel o simplemente al fin del mundo, pero no, ni bien salí de la oficina, como por un mandato divino, me fui directo a casa.
La última vez que lo vi aun era novio de Fiorella. Me dolió mucho separarme de él, pero tuve que hacerlo, no tenía opción, era Fiorella o él. Las ganas de seguir teniendo sexo, y bueno no seré mezquino, el amor, hicieron que le dijera a Sebas que se fuese, que buscara a sus padres y que no vuelva más, pues solo nos haríamos daño. Él, que es la persona más orgullosa que he visto nunca, ni siquiera me lo reprochó, tan solo se fue y ya, nunca supe nada más de él pues antes de irse, y con el propósito de hacerme sufrir, borró todas las huellas del camino que me pudiesen llevar hasta él.
Los primeros meses de su ausencia fueron terribles, estaba realmente desesperado, obsesionado por volverlo a ver, incluso pensé en dejar definitivamente a Fiorella por él, me lo había jurado, si regresa me quedo con él, me decía. Pero fueron pasando los meses y me fui olvidando de esperarlo, de preguntar por él a todo el mundo, me olvidé hasta del peculiar sonido de voz.
Sebas no fue la única persona con la que engañé a Fiorella, pero si al que más quise, con el que más disfruté, con el que aprendí a jugar con fuego. Fiorella siempre supo lo nuestro pues yo antes de ser su novio, fui su gran amigo (esto mucha gente lo ha olvidado, incluso yo), se lo conté como se lo contaba todo, le dije que Sebas era un mocoso con el que me acostaba, que me gustaba mucho, y ella que es linda y me quería, me preguntaba por él o sobre las cosas que hacíamos, cosas que parecían divertirle. Pero cuando nuestra amistad se desbordo y peligrosamente se fue convirtiendo en lo que al final fue, las cosas cambiaron. Yo sabía que esto pasaría y ese era uno de mis grandes temores, por eso antes de comenzar a jugar a ser novios, le dije que yo no cambiaría en nada y no porque no quisiera si no porque no podía, que no dejaría de estar con chicos, no dejaría de pensar en ellos, de desearlos y claro tampoco de acostarme con ellos. Yo le dije todo esto con el propósito de que desista, de que se procure por su bien una vida sosegada lejos de mí y de mis desenfrenos amatorios, pero sorprendentemente no lo hizo y yo imaginé haber encontrado a la chica perfecta. Al final las cosas nunca sucedieron así. Fiorella terminó celándome de todo y yo, que soy un tonto, me fui acostumbrando a ese régimen dictatorial que a la larga me privó de todo, incluso de mí mismo.
Así fue como desapareció Sebas. El olvido fue muy cruel, lo desterró por completo de mi mente, ni siquiera dejó que pudiese recordarlo para producirme placer frotando mi entrepierna o para escribir algun artículo basado en nuestra historia y publicarlo en este blog, que es casi lo mismo.
Eran casi las siete de la noche, la fría brisa del mar me golpeaba de frente, yo caminaba hacia él observándolo a lo lejos, viendo su inmensidad, su majestuosidad, estremeciéndome con su sonido. A pesar de que he vivido en Magdalena desde siempre, nunca miré tanto al mar como esa tarde. Unos bulliciosos niños pateaban sin reparo una pelota sobre la pista, al mirarlos envidiaba su felicidad, su inocencia, su despreocupación. ¡Cuánto daría yo por volver a ser como ellos!, pensaba. Y en eso, pude reconocer a su único espectador. ¿Qué? ¿Sebas? Nicagando, me dije. El corazón a punto de estallar, la sonrisa enorme, la sensación de estar soñando. Pero ahí estaba él: sin inmutarse, sin sonreírme, sin quitarme la mirada de encima, esa mirada fría y provocadora que me conquisto hace mucho, cuando él tenía doce y yo quince.
No encontré sorpresa en su rostro, parecía que no nos hubiésemos dejado de ver nunca, parecía que nuestro secreto aun estaba intacto, que ninguna mujer había transgredido nuestras vidas y que, si lo deseábamos, volveríamos a ser los amantes fogosos que fuimos, aunque ahora, ya los dos con mucha más experiencia.
Sebas no se movió de la vereda, fui yo quien se acercó a saludarlo y mientras la distancia se acortaba, pude notar que el incontrolable pasó del tiempo se había llevado consigo todos esos rasgos del niño que conocí. Ahora tenía frente a mí a un adolescente distinto, tal vez más bello, pero desaliñado, mal vestido, totalmente descuidado. Él no era el Sebas que conocí. Nos dimos la mano, traté de disimular mi sorpresa, le hablé como siempre, como si nunca nos hubiésemos separado. Su voz era distinta y en eso, debajo de su mentón una cicatriz enorme; le pregunté como la obtuvo y me reveló que estaba en pandillas y drogas, pero que eso había sido lo ultimo, que ahora quería cambiar y que por eso me estaba buscando. Me dolió escucharlo decir eso, la vida siempre fue dura con él, primero el abandono de sus padres, luego la muerte de su abuela y ahora esto. Recordé que yo también estuve en drogas y que solo por la ayuda de alguien especial pude salir de ellas, por eso me propuse ayudarlo. Me senté a conversar con él, quería enterarme que fue de su vida, si tuvo enamoradas, si lo hizo con otros chicos, si fue feliz. Sus respuestas eran secas, como si no quisiera contarme nada, entonces no insistí, pero no me sorprendió enterarme que no acabará el colegio o que se dedicará a robar. Luego me dijo que tenía hambre, que si podía invitarle algo en mi casa; lo dudé un poco, pero luego casi por obligación acepté hacerlo pasar. Sabía que no podría con la tentación de tenerlo tan cerca, que tal vez esa noche y tal vez, todas las que me queden de vida, traicionaría a Fernanda con él.
Ya en mi casa, se devoró la media torta de chocolate que sobro del cumpleaños de mi mamá, se tomó mi última botella de yogurt y luego, confirmándome que era él y no un impostor, eructó de una manera prolongada.
El tiempo pasó volando, sin darnos cuenta habían pasado muchas horas. Vimos algo de televisión, en realidad solo cambiábamos de canal una y otra vez, yo estaba nervioso y presentía que él también. Estuve esperando que llegada una cierta hora Sebas se despidiera de mí y se fuera, pero esa hora no llegaba y el tiempo seguía transcurriendo. En eso sonó mi celular, era Fernanda preguntándome si la iría a ver, me puse nervioso, le inventé cualquier excusa para no ir, le dije cosas bonitas y me despedí rápido. Cuando colgué tenía a Sebas a mi lado cagandose de risa.
-Otra vez en las andadas Dieguin- me dijo.
-Pero esta vez es definitiva-le respondí sonriendo también.
-Eso dices siempre, lo mismo me decías con la otra chibola y ya vez- dijo Sebas.
- Sí, pero ella sabía todo mi pasado. Me paraba jodiendo contigo y con los otros huevones- le dije –en cambio la de ahora no sabe nada, y es mejor así.
-Dile la verdad huevón- dijo Sebas- si la quieres dísela, por que de todos modos se va a enterar.
-No es que no sepa nada- le dije, tratando de defenderme- de hecho algo sabe, pero piensa que es joda, que lo hago por llamar la atención. Además ya no me preocupo mucho, porque esa nota ya la dejé.
-Entonces que se joda por cojuda- dijo Sebas acercándoseme- ¿Estas seguro que ya la dejaste completamente?
De pronto lo tenía nuevamente tentándome, como cuando era un niño y me incitaba a que lo hiciéramos. No me hubiese perdonado perder esa oportunidad.
-Hace tiempo que no vuelvo a las canchas- le dije tratando de seguir su juego –pero mi regreso tiene que ser glorioso, con alguien especial.
-¿Alguien especial cómo quien?- me preguntó mirándome a los ojos y tomándome del cuello.
-Alguien cómo tú- le dije dejando que se abalanzara sobre mí.
No recuerdo todo lo que hicimos esa noche, pero no solo descubrí la madurez de su mente sino también de su cuerpo y especialmente la de su sexo, que estaba enorme. No recordaba haberlo dejado así, su ingreso fue doloroso pero lo disfruté, como disfruté también sus besos y las innumerables caricias que nos brindamos. Decidí que no nos cuidáramos, en realidad no lo decidí, así se dio, cuando pude reaccionar ya lo tenía sobre mí. Y ahora, escribiendo esta historia y viéndolo dormir desnudo sobre mi cama, empiezo a sentir miedo, pues quien sabe con cuantos o cuantas se habrá acostado.
Sebas se quedará conmigo hasta que el quiera irse, nadie lo sacará, mucho menos ahora, que quiero convencerlo de que nos hagamos la prueba de Lisa.
Hola diego muy bune post. Seguire leyendo lo que escribes. Slds.
ResponderEliminarMe encanto este post, muy bueno y espero de todo corazon que de negativo la prueba de Lisa jajaja
ResponderEliminarbien men no se comno te atreves a escribir esas cosas pero ala mierd para eso esta el blog sigue asi men bueno capas ya te o0lvidastes de mi blog bueno era de esperarse ya que casi nunca tengo tiempo para escribir es muy diferente escribir una historia en una hoja q en microsoft word bueno talvez cuando tenga compu en mi jato voy a escribir mas seguidamente bueno ay tejo mi blog
ResponderEliminardeivi-limalaruca.blogspot.com
Dieguin.
ResponderEliminarUna gran historia, hace tiempo que no escribias una de tus clasicas.
Sigue con tu blog.
Saludos, una ex-compañera de trabajo.