A Brayan y Juan Vargas Risco, por iniciarme en el futbol y en otros deportes.
"Sebastián conoció a Miguel cuando acababa de cumplir trece años. Su hermano mayor era el jugador estrella del barrio, una joven promesa que empezaba a hacer sus maromas en Universitario de deportes."
Luego de verlo a los ojos, después de tantos años, Sebastián recordaría el comienzo de su historia. Cruzaron sonrisas, miradas cómplices, reafirmaron sus ganas de guardar ese secreto, tal vez, para toda la vida. Esta enorme, pensó Sebastián. Los labios cerrados, dispuestos a quedarse así, la sonrisa congelada y en eso, las miradas se desprendieron, se evitaron nerviosamente una luego de la otra, emigraron a un espacio alterno y los pies comenzaron a moverse con rapidez, pasos largos, rápidos, temblorosos.
¿Desaparecerá otra vez?, pensaba Sebastián. ¿Por qué aparecía y desaparecía tan rápido? El sabor amargo en la boca, las ganas de alcanzarlo, de llamarlo, de oír su voz otra vez. Preguntas en su cabeza, las preguntas que siempre aparecían cuando lo veía o veía por televisión a su hermano el futbolista ¿Por qué se alejo de mí? ¿Qué mierda hice?
Sebastián conoció a Miguel cuando acababa de cumplir trece años. Su hermano mayor era el jugador estrella del barrio, una joven promesa que empezaba a hacer sus maromas en Universitario de deportes. A Sebastián le gustaba verlo jugar, lo iba a ver al viejo estadio de Magdalena, sentado siempre en la última grada, observándolo en silencio y a su lado Miguel: flaco, largo, con la cabeza rubia rapada, con esa mirada fija, imperturbable, a leguas orgulloso de que su hermano sea tan famoso. Es mi hermano, le dijo un día Miguel, señalando al jugador que se abría paso entre la defensa contraría y anotaba goles con una facilidad inigualable. Te felicito, tu hermano es un loco de mierda, va a llegar lejos, le respondió Sebastián tratando de caerle bien.
Así comenzó todo, ese fue el momento elegido por el destino para cambiar las vidas de ambos, luego de eso, no habría forma de retroceder el tiempo.
Se veían todos los jueves, se sentaban en la última fila, no existía el silencio cuando estaban juntos, el fútbol era lo menos importante en ese momento. Luego del partido se iban juntos al baño casi por inercia, se miraban en el espejo, se mojaban el cabello y se marchaban. Fue su rutina por meses, pero un jueves Miguel tardo más que de costumbre y al llegar saludo a Sebastián con una palmada en el hombro. Estaba sudando y tenía puesto un short deportivo que dejaba notar un enorme bulto debajo de esté, Sebastián lo notó de inmediato y trato de desviar la mirada. Vengo de ver unas porno, le dijo Miguel, hasta ahora la tengo dura. Sebastián sonrió y le dijo que no le creía. Miguel le dijo que era verdad y que si quería le enseñaba. Ahora Sebastián también la tenía dura, pero hacia hasta lo imposible para que no se note; a ver enséñame, le dijo. Vamos al baño pues, dijo Miguel poniéndose de pie y caminando orgulloso con el enorme bulto moviéndosele entre las piernas. Sebastián caminaba detrás, nervioso, observando a todos lados, las manos mojadas y el pene duro, durísimo, tratando de ocultarlo para que no se note.
Entraron en silencio, solo se oía a lo lejos el bullicio del fútbol. Sebastián pensaba: no lo hará. Llegaron a las duchas, la parte mas alejada de la puerta, Miguel no perdió tiempo y deslizo suavemente su short hasta las rodillas, su sexo erecto, su poco pelo, su piel canela, aparecieron de pronto. El rostro ardiendo, las manos inundadas, las piernas temblando, la boca otra vez sellada, como siempre que estaba nervioso, la mirada clavada en Miguel, en el piso de verdes losetas, en el sexo erguido, y la excesiva salivación.
¿Ves que no te miento? dijo Miguel, rompiendo el silencio. Sebastián trago saliva, trató de responderle pero no pudo, su brazo derecho, tal vez contra su voluntad, se acerco a Miguel. Sus dedos sudorosos acariciaron su pelvis lampiña, su mano temblorosa descendía hacia el sur y de pronto, se topó con su sexo. Lo cogió por completo, su mano parecía triturarlo, comenzó a acariciarlo, cada vez más rápido, a Miguel parecía gustarle. Sebastián tenía la mirada en suelo, no la levantaba por nada y de pronto: una mano sobre su hombro, obligándolo a ponerse de rodillas, presionándolo contra el piso. Ya en el piso, la misma mano lo sujetaba de la cabeza, lo ponía frente a su sexo, lo obligaba a probarlo, a comérselo. Ahora la mano ya no presionaba sino acariciaba, la sangre hirviendo, nervioso, sin saber que hacer con esa cosa dentro, temiendo hacerle daño con los dientes, sintiéndole un sabor salado, sucio. Su mente trató de recordar las películas en que vio una escena parecida, trató de imitarlas: movió su boca, su lengua, abrió su garganta, no se sentía bien, no lo disfrutaba, no sabía si parar o seguir, no sabía que pasaría después de eso. Miguel ahora movía su pelvis frenéticamente, la introducía una y otra vez en su boca. Sebastián se ahogaba, trataba de detenerlo con las manos pero no lo conseguía, lograba, a lo mucho, que reduzca su brusquedad. A lo lejos los gritos de euforia de los espectadores del partido les recordaban que no estaban solos y que tal vez pronto terminaría el partido. Por fin Sebastián logró sacar el sexo de Miguel de su boca, se limpio los labios, aun estaba de rodillas, escupió y elevó su mirada: y ahí la cara de Miguel mirándolo sonriente, agradecido. Ahora las manos lo sujetaban de los brazos, lo elevaban, lo ponían de espaldas a él, lo cogían de la cintura, le deslizaba el buzo… Continuará.
Diego Granadino.
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Actualmente la pagina presenta algunos problemas, les ruego comentar despues.
ResponderEliminarDiego Granadino
JAJAJA TMR ARREGLAAAA LA PAGINAA PE DIEGOO..
ResponderEliminarYO YA ME TABA TRAUMANDOO!
SILENCIARON A DIEGUIN.. NO NICAGANDOO XD
OEE ESE ON NO ES EL LOKITO VARGAS RISCO?
PUTAAA JAJA HABLAS HUEVADAS AORA SI TE MATAN...
Ahora falta que no publiques la segunda parte. Ya pues Diego, eso seria una falta de respeto al publico. Estas en la obligacion de hacer una segunda parte o de publicarla mejor dicho.
ResponderEliminarlilian