Mientras Erick decía eso, Diego ya estaba frotando su sexo que poco a poco iba creciendo. Erick beso a Diego fuertemente. Parecía que desde hace mucho no estaba con un hombre. A Diego le gustaba estar así, besando a un hombre prohibido, a un hombre de Dios.
Cierra los ojos y ábrele tu corazón al señor -dijo Erick.
Diego cerró los ojos y trató de concentrarse. No pudo. No sabía como abrirle su corazón al Señor pero se moría por abrirle la bragueta al bello muchacho que lo discipulaba.
Diego fingió concentrarse. Erick le pidió que repitiése las mismas cosas sin sentido que él decía. Diego lo hizo. Trataba de no reírse.
Qué coño hago acá, pensaba Diego.
Llora si deseas -dijo Erick.
Pero Diego no deseaba llorar; deseaba a Erick, deseaba que Erick lo haga llorar. (o gemir)
Erick era un chico joven y apuesto que además de ser músico era uno de los doce líderes de una iglesia cristiana. Diego, el chico problema, le fue asignado a él para su evangelización y su reconversión al cristianismo. Diego intentó creer en Dios como la ultima opción para salvar su vida. Estaba huyendo de su pasado y de las cosas que lo estaban destruyendo.
Diego trató de fingir sollozos. Erick lo abrazo como consuelo. A Diego le gusto que lo abrazara y ahora fingía más.
Siempre estaré a tu lado para ayudarte - dijo Erick- confía en el Señor y Él te protegerá.
Diego cogió la mano de Erick, a esas alturas ya la tenía dura.
Erick, quiero confesarte algo - dijo Diego- A veces pienso en chicos y creo que estoy mal.
Pero no tiene nada de malo pensar en chicos, yo también pienso en ti, en Jean Piersito, en Julio, en todos mis discipulos -dijo Erick.
Claro, pero creo que no me entiendes. Yo aveces pienso en chicos y los imagino conmigo, sobre mi -dijo Diego, a sabiendas que el comentario incomodaría a su interlocutor.
Hijo, yo no soy nadie para juzgarte -dijo Erick sonrojado - Por ultimo, yo también he cometido errores. Muchos errores. Pero el Señor es bondadoso y siempre me perdona.
¿Acaso a ti también te han gustado los hombres? -preguntó impertinentemente Diego.
Alguna vez, hace mucho -respondió Erick.
Pero eso no se puede curar, morirás con eso -dijo Diego, casi convencido de que Erick era un gay reprimido.
A veces uno recae, pero todo es cosa de luchar. Yo hace mucho que no pienso en eso, me dedico a ustedes y a Dios - dijo Erick.
Es una cabrazo, pensó Diego.
Apostaría a que recaes - dijo Diego, tratando de probarse así mismo.
No sé si este bien que hagamos eso, Diego...
Mientras Erick decía eso, Diego ya estaba frotando su sexo que poco a poco iba creciendo. Erick beso a Diego fuertemente. Parecía que desde hace mucho no estaba con un hombre. A Diego le gustaba estar así, besando a un hombre prohibido, a un hombre de Dios.
Erick paró bruscamente y le dijo a Diego: ni una palabra de esto a nadie. Diego asintio con la cabeza y se dirigió directamente a buscar el sexo ergido de su lider.
Lo beso con pasión hasta cansarse. Luego Erick entró en él.
Al terminar Erick le pidió a Diego orar.
Diego lo miro a squeado y le dijo. Anda ora con tu vieja, maricón concha de tu madre.
Diego salió de la casa de Erick sabiendo que nunca más volvería ni a su casa ni a su iglesia. Y que nunca sería cristiano y mucho menos un buen hijo de Dios. Amén.
Diego Alonso.