De seguro ya te diste cuenta que se me chorrea el helado, cabrón. De seguro a ti también se te chorrea, por que a mi no me engañas, cariño, ese aretito coquetón y esas pulseritas multicolores de tu brazo izquierdo ya te vendieron,
El jueves pasado conocí a Lucia. La verdad es que desde ese día no puedo dejar de pensar en ella, en su culito, en sus tetitas redonditas de escolar carretona del Fanning, en su sonrisa golosa; cierro los ojos y me veo junto a ella, fingiendo ser mas hombre de lo que soy, aunque tengo que aclarar que estoy atravesando por la etapa más heterosexual de mi vida, pero a pesar de todo siempre me hez complicado dármelas de macho. Mis manos en su cintura, sobre sus nalgas, acercándola a mi pelvis, manteniéndola sobre mi; recuerdo sus manos exploradoras ingresando temblorosas debajo de mi jean, palpando mi sexo erecto, haciéndome una pequeña paja. ¡Qué buena estuvo esa paja, Lu! Por eso hoy escribo estas líneas, para que las lea, para que sepa que regresaré y para contarle que desde ese bendito jueves, en ese antro subterráneo y maloliente al que pienso volver siempre con tal de volvérmela a encontrar, me la corro sagradamente tres veces al día pensando en ella, en sus contorsiones y en las cosas sucias y deliciosas que hicimos luego, en ese hotel de putas de la avenida Alfonso Ugarte, en el que me enseñaste que a pesar de todo aún puedo ser hombre, que contigo y solo contigo puedo ser un hombre de verdad.
El viernes salí con Renato, mi amigo y a veces, mí secreto amante. Sí ese, el coquerazo que le gusta cachar duro. ¡Qué suerte tienes Rena, a mi no se me para parchado! No le conté lo de Lucia. Y no es que le tenga miedo, pues sé que no es celoso, además tiene novia y no tendría derecho a reclamarme por los polvos de desfogue que me meto una vez al mes con alguna putita ebria y fumona que recojo de por ahí; lo que pasa es que Renato es un arrecho de mierda y no perdona a nadie, y si no me creen, pregúntenles a sus empleadas. Segurito que va a querer que se la presente y en menos de una hora, y tiene con qué, terminará por quitarme a la ricotona de Lucia, a mí Lucia, que debe ser una sabida de primera y que por supuesto, entenderá que lo que mejor le conviene es salir con Renato, que es lindo y tiene carro, que conmigo, que no soy lindo y que tampoco tengo carro (y que haciendo cálculos rápidos, no lo tendré muy pronto). Lo que me gusta de salir con Renato es que nuestra mayor diversión es quedarnos en su cuarto, subir al máximo el volumen de su modernísima radio (que yo presiento que esta viva) y fumarnos todos los tronchos que nos sean posibles, calatos sobre su cama. No tomamos licor, solo agua a veces (y de caño), por que la marihuana, y esto lo saben todos los que la han probado, que entiendo, son la mayoría de personas que se toman el tiempo de leerme, te produce una sed bárbara. Ni a mi ni a Renato nos gusta el licor. Claro, lo tomamos cuando estamos en la obligación sexual de hacerlo, por ejemplo el jueves en donde tuve que emborracharme al lado de Lucia para después tirármela, pero jamás solos. El licor me vuelve idiota, pavo, huevón, en cambio, la marihuana me vuelve listo, avispado y maricón, eso sobre todo, un mariconcito lindo que le cae a todo el mundo, un maricón dispuesto a todo, como le gustan a Renato. Ninguna salida con Renato es igual. Siempre esta inventando cosas que hacer, siempre tiene una nueva droga que meternos, una manera distinta de hacer el amor o una nueva película porno que ver. Por eso quiero a Renato, por eso creo, que nunca seremos abogados, ni hombres de verdad.
El sábado amanecí en casa de Renato. Estaba reventadazo. Eran casi la una de la tarde y seguíamos tirados sobre la cama. Me fui en silencio, tratando de no despertarlo. Me cagaba de hambre. Salí para Larco a comerme algo y luego me fui a casa con la intención de seguir durmiendo. Cuando llegué encontré mi casa hecha un jolgorio: la radio a todo volumen, en la sala tres enormes maletas, en el comedor, sentados y conversando a gritos mi vieja, mis tíos y una señora y un jovencito que creía conocer o que recordaba de alguna parte. Eran, luego lo supe, mi tía Carmen que había llegado de España y su hijo, con el que, según mi vieja, fui enormemente feliz cuando era niño. Cuando me decían esto, pensaba que seguramente este primo mío fue mi primer amor, que seguramente jugamos a la mamá y al papá (entiéndase que lógicamente yo fui la mamá), pero realmente no lo recordaba. No está nada mal el chibolo, pensaba. Era alto, flaco, blancón, ojitos caramelo (como casi toda mi familia, excepto yo, claro está), de cabellos negros y parados y con pinta de que se le estaban cayendo y que a los veinticinco no tendría ninguno. Lo salude tímidamente, seguramente era mayor que yo. Escuché en silencio y algo ruborizado las palabras de mi tía, que no se cansaba de recordarme lo grande que estaba, lo gordo que me había puesto y de decirme lo mal que me quedaba mi nuevo look, algo intelectualon, y yo pensaba, la pinga también me crecido tía, y si supieras como, cualquier día te agarro borracha y te la zampo. Mariano, mi primo, me observaba en silencio. De seguro ya te diste cuenta que se me chorrea el helado, cabrón. De seguro a ti también se te chorrea, por que a mi no me engañas, cariño, ese aretito coquetón y esas pulseritas multicolores de tu brazo izquierdo ya te vendieron, pensaba yo. Pero alguien tenía que romper el hielo, y ese tenía que ser yo. Si es que le quería romper el culo a mi primito Mariano, primero tenía que romper el hielo, era un sacrificio. Lo invite a mi cuarto, le dije que me aburría escuchar a la gente grande y que en mi cuarto podríamos escuchar música o entrar a la computadora. Aceptó. Fuimos a mi cuarto y le dije que podía usar la computadora o cualquier cosa de mi cuarto, excepto mis calzoncillos, no reímos un poco. Hacer chistes estúpidos siempre ayuda a caerle bien a la gente. (Por lo menos en mi caso) Y en eso, recontra puta, recontra quinceañera arrecha, me fui quitando la ropa frente a él. Quería ver su expresión, quería gozar de su nerviosismo. Total, al fin y al cabo somos primos y él no vería nada en mí cuerpo que ya no haya visto antes en sí mismo o en el cuerpo de otros hombres (Si se diese el caso de que fuese como yo, claro). Me quite incluso el calzoncillo y caminé calato por mi cuarto buscando, según yo, algo que ponerme. Me estas mirando de reojo, Marianin, ya caíste precioso, ya caíste, pensaba yo.
Le explique que no había dormido en casa, que casi no dormía ahí, así que podía usar mi cuarto cuando quisiera. Me preguntó donde me quedaba cuando no estaba en casa y le dije que donde Renato, un amigo. No le dije exactamente lo que hacíamos, (no en ese momento), no le dije tampoco que Renato la tenía enorme y que gustoso nos la metería a los dos si quisiéramos. Le dije que lo llamaría esta noche para salir los tres y me dijo, segurito mojándose, que no había problema. Me puse un short sin calzoncillo y me tiré a la cama. (Antes cerré la puerta con seguro. Mariano lo notó pero se hizo el huevón) Prendí la tele y le enseñe mi cartelera de DVD´s bamba. Le dije que escogiera la película que quisiera y el muy pendejo me escogió una porno.(Demostrando de esta manera que era mi primo) Porque eso si, me puede faltar la última de Harry Potter, me puede faltar Tarata, Mancora, la que chucha sea, pero nunca una buena porno, una de colegialas, que son las que me arrechan más. Lo felicité por su buena elección y comprendí que si no era una loca perdida como yo, por lo menos era un enfermo sexual que terminaría metiéndomela en cualquier momento, emulando a esas colegialas mamonas de la pela. La puse al toque. Me eché en la cama y Mariano se sentó a mi lado. Le dije que se echara pero no quiso, tampoco me importó insistirle. Puse play. Mariano se cagaba de risa, parecía que nunca había visto una porno. Yo solo miraba y una que otra vez me sobaba la pinga, recontra machazo, recontra cachero. Yo la tenía dura, la muy pendeja estaba asomándose por arriba del short. (Ese el problema de los cabezones) Le dije a Mariano que me haría una paja, le pregunté si le incomodaba y el muy pendejo se deschavo, me dijo que me la hacía él. No le dije nada, solo me recosté y me tape la cara para no verlo. Mariano cogió mi sexo y lo chupo suavecito (tenía experiencia el cabrón. Es mi primo pues, esta en los genes), le paso la lengüita juguetona por la cabecita, y yo solo pensaba en Lucia, como me gustaría que fueses tú la que me la estuviese chupando así, mi amor, como me gustaría ponértela en la boca y que te la comas toda, preciosa, eso, así bebita, así con la lengüita… y en eso, le di con todo en la boca de mi primo. (no fue mi intención, que conste ah). El pobre se tuvo que tomar todo, seguro que por compromiso. Y es que no es de buena educación escupir la leche de alguien que gentilmente se la deja chupar. Yo me cague de risa y pensé, que buen fin de semana he tenido, ojala que todos fuesen así, mi blog sería más piola, sería un blog de verdad.
Diego.