lunes, 20 de julio de 2009

DOS COSAS QUE NO OLVIDARÉ

"Eran aproximadamente las seis de la tarde cuando en mi estomago empezó a suscitarse una serie de procesos digestivos difícil de explicar, que concluyeron en la emanación ininterrumpida de flatulencias olorosísimas..."

He pasado dos semanas de ensueño en Arequipa, Juliaca, Puno, Cuzco, Puerto Maldonado y Abancay. No fueron días perfectos, pero sin duda serán inolvidables; y es que la perfección, a veces, suele resultar aburrida. No sé sinceramente de que manera llegué a tantos lugares, no sé como pude ser reclutado para tan aguerridas labores, siendo yo, en la actualidad, una persona aburrida sin la más mínima sensación aventurera. Pero me lo propusieron y sin pensarlo (como siempre) acepté. No sería difícil: hablar un poco valiéndome de la facilidad innata que tengo de engañar a las personas, contándoles historias improbables, utópicas y jactanciosas. Gracias a eso lo hice, lo hice más o menos bien. Los clientes, que son al final los que pagan y financian mis gustos tal vez excesivos, quedaron satisfechos o al menos eso me hicieron creer, y yo que soy un tonto, por supuesto les creí.
He traído plasmadas en mi memoria, que esta haciendo una labor extenuante para retenerlas, cientos de historias que le iré contando estas semanas. Historias de toda índole, incluida la sexual por supuesto. Pero ahora, antes de todo, quisiera dejar para la posteridad un manual con las dos cosas mas importantes, por lo menos para mí, que deben ser tomadas en cuenta antes de realizar cualquier tipo de viaje o desplazamiento territorial, sea al interior o al exterior de la demarcación nacional.

Primero:
Nunca viajes a ninguna parte, es mas, recomendaría ni siquiera salir de casa, cuando se anuncia un paro nacional de setenta y dos horas. Es una irresponsabilidad, un suicidio planificado. Así tus ansias por buscar la paz y el relajamiento fuera de la hacinada Lima sean grandes y tu oferta de trabajo estipule que si no viajas ese mismo día no hay viaje, no lo hagas, por tu bien no lo hagas. No confíes en tus instintos de supervivencia, ¡no sirven! No creas que tu sabiduría capitalina podrá engatusar a la ignorancia provinciana y podrás escapar fácilmente de las trabas que estos pongan para hacer sentir su malestar por la indiferencia con la que el gobierno de turno los trata.
Es un error verlos por sobre el hombro, yo lo cometí, por eso invoco a que nadie mas lo cometa. Pensé que siendo yo un limeñito cultivadito podría convencer, con algo de dinero adicional claro, a los campesinos y mineros de Juliaca para que permitiesen pasar al bus en donde me trasladaba a la ciudad de Puno. Los campesinos juliaqueños, que son hombres valientes e incorruptibles, no lo permitieron y valiéndose de palos piedras y fuego, nos hicieron pagar caro nuestra osadía de ofrecerles dinero por sus conciencias. Esto me hizo admirar la integridad moral de esas personas, que a pesar de pertenecer al sector de pobreza extrema, a ser el sector de la población que soporta desde siempre las temperaturas que yo solo soporté esa noche (-12 grados centígrados) y que estuvieron a punto de llevarme al más allá, no permitieron siquiera, que osara sacar mi billetera. Yo estaba dispuesto a darles lo que me pidieran, además no solo era yo, estábamos todos los pasajeros del bus, la mayoría turistas japoneses y americanos que se desplomaban a las pistas desmayados por el frío y la altura (4800 MSNM). Las acciones que tomaron son hasta cierto punto de vista reprochables y deleznables, pero fue nuestro castigo por no respetar el paro y quedarnos en nuestro hotel, y además, siendo esto lo más grave, ofrecerles dinero por hacerse de la vista gorda y permitirnos pasar a la siguiente ciudad. Nos obligaron a caminar nueve horas hasta Puno, en esa altura y con ese frío por supuesto que no fue fácil. Me faltaba el oxigeno, mi nariz emanaba cantidades incalculables de sangre y el frío me doblaba en dos. No estoy exagerando, fue así como paso. La historia de los turistas fue peor, algunos se caían y ninguno se preocupaba en levantarlos, era caminar o quedarte pues a esa temperatura por tan solo descansar cinco minutos podías morir de hipotermia. Nunca olvidaré esa experiencia pero tampoco tengo ganas de revivirla, por ende Puno estará siempre descartado de mi guía de viajes.
Segundo:
No tomes más de quince Coca Colas antes de viajar dieciocho horas. Es mas, debería recomendar que nadie tome quince Coca Colas ni ningún otro tipo de bebidas gaseosas en esa cantidad. Es por eso que presiento que no viviré mucho, pues además de ser adicto a otro tipo de vicios, soy adicto a la Coca Cola y en Cuzco y Puno esta necesidad de agravó a limites sumamente peligrosos. A Cuzco llegué un viernes por la noche. No era la primera vez que lo visitaba, pero si era la primera vez que iba solo, por eso la experiencia fue única. Recorrí toda la ciudad, de palmo a palmo y fue así donde descubrí lo cara que está la marihuana en Cuzco, pero esa es otra historia.
Los gastos adicionales en Puno, (atención medica, medicinas, calefacción, hospedaje decente, etc.) procuraron una reducción considerable de mi presupuesto, pues no estaba previsto quedarme tantos días en ese inclemente departamento, pero al llegar al Cuzco aun contaba con una cantidad importante de dinero que me permitió degustar en diversos restaurantes la sabrosa comida de la que tanto me han hablado. Ese fue otro error. Comer en exceso esa comida exquisita, pero desbordante de grasas, condimentos, mejunjes y solo Dios sabe cuantas partículas fecales. Todo eso lo hice horas antes de enrumbarme en un viaje de dieciocho horas a Puerto Maldonado. Al subir al bus, a eso de las dos de tarde, no tuve ninguna sintomatología que pueda predecir el espectáculo vergonzoso que protagonicé luego. Eran aproximadamente las seis de la tarde cuando en mi estomago empezó a suscitarse una serie de procesos digestivos difícil de explicar, que concluyeron en la emanación ininterrumpida de flatulencias olorosísimas, todas las horas restantes del viaje, causando la indignación justificada de los demás pasajeros, a las cuales me sumé yo por supuesto, fingiendo un malestar exagerado y tratando por todos los medios de encontrar al culpable. Estas secreciones gaseosas fueron milagrosamente silenciosas y estas, suelen decir algunos, son las mas poderosas no solo en olor si no también en propagación. Este temor recurrente de ser descubierto por algún cauto pasajero no me permitió conciliar el sueño en casi las dieciocho horas que demoró el destartalado bus en llegar al último destino trazado en mi aventurero mapa.
Es lógico que la ingestión de tantas gaseosas a diario deba de estar causando algún tipo deterioro estomacal o intestinal en mi organismo, por eso y además porque no quiero volver a pasar por el penoso trance de intoxicar a personas inocentes con los gases que salen expulsados por entre mis nalgas, prometo (aunque es difícil, si no imposible, que alguien a estas alturas confíe en mis prometas) que no volveré a tomar un Coca Cola más. Será difícil, lo sé. Pero me resulta aún más complicado contener flatulencias en mi horadada espalda baja.

1 comentario:

  1. Dieguin, me has hecho matar de la risa. Pero son consejos fundamentales para viajar.
    Diles a los demas del trabajo que los extraño mucho y sigan adelante.
    Cuidate y se un buen chico (aunque no creo que me hagas caso).

    Saludos, y sigue posteando. Avisame cuando publiques tu libro y sere la primera que lo compre.

    ResponderEliminar