A Claudio Zola y su mujer.
Los deseos se cumplen, solo si los deseas. Mi abuela
Yo desearía que la Constitución Política del Perú prohibiera que en las universidades particulares se dicten clases a las siete y media de la mañana, es más, desearía, si no es mucho pedir, que en las universidades particulares no se dicten clases nunca (por algo son particulares, digo no).
Yo desearía dormir unas cuantas horas más al día, que significaría aumentarle más horas al día o disminuir las labores que realizo al día.
Yo desearía, y ojala Diosito me escuche, que mi profesor de Realidad Nacional (un tal Pastor Talledo) sea confundido con un director de algún penal de Lima y sea asesinado de tres certeros balazos en la cabeza, el corazón y los huevos.
Yo desearía que Jean Carlos A. deje de fingir ser un cristianito arrepentido y reconozca, si es que en verdad tiene huevos (y sí que los tiene, yo los probé), que se acostó conmigo y que le llega al orto ser cristiano y que todo este teatro simplemente lo hace para no perder el apoyo de sus padres.
Yo desearía que el hijo de Karol P. no llegue a conocerla nunca, que Dios, en un acto preventivo la recoja de esta tierra de una manera bonita (para que no sufra la pobre); no sé, tal vez puedo sugerir un infarto, una bala perdida o cualquier otra muerte instantánea que le evite a esa pobre criatura (me refiero al bebé) conocer a una madre tan cojuda.
Yo desearía que Fiorella C. no pueda procrear ningún hijo más, algo que para ella y su novio sería un gran ahorro (las bajadas de motor en Lima no son nada baratas, y lo digo por experiencia); desearía que las pastillas o brebajes que utilizó para bajarse a mi hijo, le hayan destrozado la matriz y la imposibiliten de seguir desechando las pobres vidas de niños inocentes que nunca le pidieron venir al mundo. Eso sí que sería justicia.
Yo desearía intercambiarle a Dios la mamá de María Claudia por su papá y por qué no, a ella también, pues mi posición es la siguiente: creo que Dios se hueveó al llevarse a Camucha y si me fuese posible canjearla por alguien, lo haría por su esposo al que considero un reverendo hijo de puta (y que para variar, es cristiano). Eso me demuestra que Dios solo escoge a los peores.
Yo desearía que la gente que dice que me conoce no ande diciendo que me conoce o que conoce mi corazón o mi pulmón o mi riñón. ¿Quién les ha dicho que me conocen? ¿Cómo pueden probar conocerme? Tal vez Jean Carlos, Erick, Ian, Paulo, el Chasqui, entre otros, conozcan mi poto o hayan entrado en él, pero esto no les da la capacidad de conocerme; por eso a los que dicen conocerme muy a fondo los invitaría a entrar en mí, por mi puerta trasera o de lo contrario desearía que Diosito les enviara una fotografía mía calato.
Yo desearía que Jean Pierre A. me de clases particulares de Derecho Penal, es más, le solicito formalmente al Decano de mi facultad que lo consideren dentro de la nomina de catedráticos de la Facultad de Derecho y si no fuese mucho pedir, le solicito al rectorado la condecoración Honoris Causa, por su profundo trabajo desempeñado en el estudio del artículo 132 del Código Penal.
Yo desearía que Claudio Zola y su mujer sean enviados a Haití a predicar la palabra de Dios. Desearía poner a prueba su vocación pastoral de esa manera, porque queda claro que no es lo mismo ser pastor evangélico todos los domingos en un salón con aire acondicionado del Swiss Hotel, que ayudar a la gente más necesitada en las zonas más alejadas, en donde las limosnas, por supuesto, no existirán.
Yo desearía ser una buena persona y escribir de una mejor manera o escribir de una peor manera y convertirme en una peor persona.
Yo desearía que David se canse de tener sexo con Sonia y se divorcie de ella y que además le quite todo, la deje en la calle, junto con la indiada de su familia (o su tribu, mejor dicho), y que nunca de los nunca la deje embarazada; desearía que Sonia contrajese una extraña infertilidad incurable, no desearía que David enviude, eso no, tampoco puedo ser tan ingrato con las personas que semana a semana de dedican a publicitar mi Blog.
Yo desearía que a Ciro Ayala, se le genere un cáncer de colon y que lo inhabilite de cagar y que muera lentamente auto-intoxicándose con su misma mierda.
A Elizabeth V. le desearía morir cruelmente golpeada por uno de sus clientes, que se haya negado a pagarle por sus servicios sexuales; y a su principal cliente: Victoriano, le desearía morir tirando, como se lo merece, el gran Victoriano, el viejito pinga loca.
Y por último, desearía que los cristianos solo se dediquen a leer la palabra de Dios y a predicarla y no a leerme a mí y mucho menos comentarme, aunque, como soy un caballero (o una dama, no sé qué piensen ustedes), debo darles las gracias a todos por haberme leído y por seguir haciéndolo.
Diego Alonso Granadino.
Si buscas buena literatura será mejor que no entres a Pajas. Aquí solo encontraras mi vida que es la vida de un joven de 18 años al que le gusta follar con sus amigos,amigas, con sus novias, con los amigos de sus novias, etc. ¿Encontrarás tal vez algunos otros temas? Pues sí, puede ser. Nunca se sabe. De preferencia no me leas, de verdad, te lo agradezco pero no. Un beso a todos ( y a todas).
miércoles, 27 de enero de 2010
lunes, 11 de enero de 2010
EL EXCOMULGADO
A los amigos que perdí, por el solo hecho de no pensar y actuar como ellos.
David y Sonia son mis amigos y también son cristianos. Yo no soy cristiano y por eso, David y Sonia no me consideran su amigo. A mí no me interesa ser cristiano, tal vez no ahora, quizás más adelante, y siempre y cuando pueda percibir las mismas remuneraciones mensuales que un pastor evangélico o por lo menos, una tajada de las limosnas dominicales.
David y Sonia quieren ser pastores pero ya no quieren ser mis amigos y se entiende: los pastores ganan buena plata, en cambio conmigo, solo ganaron problemas y les aseguro que de seguir siéndolo, los seguirán ganando.
Yo me hice llamar cristiano con el solo afán de no defraudarlos, de seguir siendo su amigo, de no perderlos. Ellos fingieron ser mis amigos para involucrarme su causa, para ganarme, para llenarme la cabeza de cosas en las que, estoy seguro, ellos nunca creyeron ni creerán.
Yo siempre les he sido franco pues los considero mis amigos y estoy convencido de que solo con los verdaderos amigos, puedes darte la libertad peligrosa de ser todo lo sincero que puedas. Yo les digo las cosas como son, como las pienso, como preferiría que fuesen.
David y Sonia piensan que mi sinceridad es un pecado, que estoy poseído por algún demonio que me manipula a su antojo y que me direcciona cual ventrílocuo, y ellos, pese a ser cristianos, viven sus verdades a medias, de las verdades que creen convenientes, lo demás no existe, son ataques, infamias, calumnias, tretas para llamar su atención y distraerlos de sus funciones pastorales.
Yo llevo muchos años de conocerlos, he visto de cerca todo su proceso de transformación, he sido un testigo silencioso de su obsesión por formar un minúsculo grupo que llegue a congregarse en pleno por lo menos tres semanas consecutivas, y los he visto fracasar y nuevamente reinventarse.
David y Sonia llevan muchos años de conocerme –Sonia más que David- y en ese tiempo solo me han pedido que colabore con ellos, que crea en sus sueños, que me comprometa realmente, y yo, porque son mis amigos y aunque no lo crean los quiero, lo he hecho ad honorem cuando lo han requerido, de la forma que sea, incluso más convencido que ellos de llegar a la meta.
Yo no soy cristiano y tampoco me muero por serlo, tal vez algunos dirán que escribiendo de esta manera tampoco puedo ser hijo de Dios, y bueno, quién sabe, bastardos existen hasta en las mejores familias.
David y Sonia no son pastores pero sí que se mueren por serlo; invierten para ellos la mayor parte de su tiempo y las bastantes reducidas cantidades de dinero que perciben por sus trabajos mediocres y todo con el fin supremo de cobrarse todo con intereses el día en el que el jefe de la misión –un tal Claudio Zola, que tiene una pinta de coquero del carajo- se digne, tal vez por compasión o como premio a su perseverancia, a ordenarlos pastores de su propia iglesia, aunque eso, como dice el pastor Luis Vela, es altamente improbable.
A mí me gustan las chicas y los chicos y desde hace un par de años no me incomoda decirlo. Creo que callándolo estoy ocultando mi verdadero yo, que no estoy siendo sincero con la gente que me rodea pero sobre todo conmigo mismo.
En cambio ellos prefieren que lo oculte, que mienta, que aparente ser un probo hijo de Dios, que aprenda de ellos que también tiene que fingir; pero yo no puedo, por eso he fracasado como cristiano y por eso, David y Sonia ya no son mis amigos.
Yo escribo desde muy niño, escribo historias irreales que tienen como base mi vida, pero siempre –casi siempre- está exagerada, o descrita a manera de utopía o de la manera en que yo quisiera que hubiese ocurrido.
David y Sonia saben que escribo y me dicen, tal vez falsamente, -y no me sorprendería- que no lo hago tan mal y me piden que cambie mis contenidos, que fabule con Dios; me dicen que conocen de mi llegada a la gente, que conocen de mi facilidad para hacer amigos y también –por qué no- lectores, y me explican que escribiendo sobre supuestas apariciones divinas, señales celestiales, etc., lograré que una gran masa de jóvenes se conviertan a Cristo y yo estoy seguro que jamás caeré tan bajo, que jamás tendré la necesidad de engañar a nadie de esa manera, ni por plata ni por mi salvación y mucho menos por David y Sonia.
Yo a veces escribo sobre personas que están vinculadas a mi vida -o a mi cama- y que coincidentemente también están vinculadas a las penitentes vidas de David y Sonia y quizá, por eso, estos santos señores se creen con el cívico derecho de reprocharme y recriminarme el hecho de mi indiscreción y yo por supuesto me defiendo y les explico que todo lo dije en honor a la verdad, que tener esos secretos guardados en mí son como tener un nudo oprimiendo mi pecho.
David y Sonia, que son cristianos y que aspiran –y seguirán aspirando- a ser pastores, me piden que mienta, que oculte la verdad, que me desmienta a mí mismo pidiendo disculpas públicas a los afectados, que se entiende, son cristianos y por consecuente, sus amigos.
Yo les digo que no puedo retractarme, que lo haría siempre y cuando hubiese mentido o escrito palabras inexactas, pero ese no es el caso, todo lo que dije es más que cierto y por supuesto que tengo como probarlo.
Ellos me pronostican un mal final, me auguran el infierno, ya ni siquiera me dan una esperanza, me acaban de condenar; ellos, los pastorcillos de Belén, me acaban de hacer la cruz, me acaban de excomulgar.
Diego Alonso Granadino.
"Y, en su propia inseguridad, dios creó al demonio, sino ¿ante quien se vería como el bueno?" Diego Granadino.
David y Sonia son mis amigos y también son cristianos. Yo no soy cristiano y por eso, David y Sonia no me consideran su amigo. A mí no me interesa ser cristiano, tal vez no ahora, quizás más adelante, y siempre y cuando pueda percibir las mismas remuneraciones mensuales que un pastor evangélico o por lo menos, una tajada de las limosnas dominicales.
David y Sonia quieren ser pastores pero ya no quieren ser mis amigos y se entiende: los pastores ganan buena plata, en cambio conmigo, solo ganaron problemas y les aseguro que de seguir siéndolo, los seguirán ganando.
Yo me hice llamar cristiano con el solo afán de no defraudarlos, de seguir siendo su amigo, de no perderlos. Ellos fingieron ser mis amigos para involucrarme su causa, para ganarme, para llenarme la cabeza de cosas en las que, estoy seguro, ellos nunca creyeron ni creerán.
Yo siempre les he sido franco pues los considero mis amigos y estoy convencido de que solo con los verdaderos amigos, puedes darte la libertad peligrosa de ser todo lo sincero que puedas. Yo les digo las cosas como son, como las pienso, como preferiría que fuesen.
David y Sonia piensan que mi sinceridad es un pecado, que estoy poseído por algún demonio que me manipula a su antojo y que me direcciona cual ventrílocuo, y ellos, pese a ser cristianos, viven sus verdades a medias, de las verdades que creen convenientes, lo demás no existe, son ataques, infamias, calumnias, tretas para llamar su atención y distraerlos de sus funciones pastorales.
Yo llevo muchos años de conocerlos, he visto de cerca todo su proceso de transformación, he sido un testigo silencioso de su obsesión por formar un minúsculo grupo que llegue a congregarse en pleno por lo menos tres semanas consecutivas, y los he visto fracasar y nuevamente reinventarse.
David y Sonia llevan muchos años de conocerme –Sonia más que David- y en ese tiempo solo me han pedido que colabore con ellos, que crea en sus sueños, que me comprometa realmente, y yo, porque son mis amigos y aunque no lo crean los quiero, lo he hecho ad honorem cuando lo han requerido, de la forma que sea, incluso más convencido que ellos de llegar a la meta.
Yo no soy cristiano y tampoco me muero por serlo, tal vez algunos dirán que escribiendo de esta manera tampoco puedo ser hijo de Dios, y bueno, quién sabe, bastardos existen hasta en las mejores familias.
David y Sonia no son pastores pero sí que se mueren por serlo; invierten para ellos la mayor parte de su tiempo y las bastantes reducidas cantidades de dinero que perciben por sus trabajos mediocres y todo con el fin supremo de cobrarse todo con intereses el día en el que el jefe de la misión –un tal Claudio Zola, que tiene una pinta de coquero del carajo- se digne, tal vez por compasión o como premio a su perseverancia, a ordenarlos pastores de su propia iglesia, aunque eso, como dice el pastor Luis Vela, es altamente improbable.
A mí me gustan las chicas y los chicos y desde hace un par de años no me incomoda decirlo. Creo que callándolo estoy ocultando mi verdadero yo, que no estoy siendo sincero con la gente que me rodea pero sobre todo conmigo mismo.
En cambio ellos prefieren que lo oculte, que mienta, que aparente ser un probo hijo de Dios, que aprenda de ellos que también tiene que fingir; pero yo no puedo, por eso he fracasado como cristiano y por eso, David y Sonia ya no son mis amigos.
Yo escribo desde muy niño, escribo historias irreales que tienen como base mi vida, pero siempre –casi siempre- está exagerada, o descrita a manera de utopía o de la manera en que yo quisiera que hubiese ocurrido.
David y Sonia saben que escribo y me dicen, tal vez falsamente, -y no me sorprendería- que no lo hago tan mal y me piden que cambie mis contenidos, que fabule con Dios; me dicen que conocen de mi llegada a la gente, que conocen de mi facilidad para hacer amigos y también –por qué no- lectores, y me explican que escribiendo sobre supuestas apariciones divinas, señales celestiales, etc., lograré que una gran masa de jóvenes se conviertan a Cristo y yo estoy seguro que jamás caeré tan bajo, que jamás tendré la necesidad de engañar a nadie de esa manera, ni por plata ni por mi salvación y mucho menos por David y Sonia.
Yo a veces escribo sobre personas que están vinculadas a mi vida -o a mi cama- y que coincidentemente también están vinculadas a las penitentes vidas de David y Sonia y quizá, por eso, estos santos señores se creen con el cívico derecho de reprocharme y recriminarme el hecho de mi indiscreción y yo por supuesto me defiendo y les explico que todo lo dije en honor a la verdad, que tener esos secretos guardados en mí son como tener un nudo oprimiendo mi pecho.
David y Sonia, que son cristianos y que aspiran –y seguirán aspirando- a ser pastores, me piden que mienta, que oculte la verdad, que me desmienta a mí mismo pidiendo disculpas públicas a los afectados, que se entiende, son cristianos y por consecuente, sus amigos.
Yo les digo que no puedo retractarme, que lo haría siempre y cuando hubiese mentido o escrito palabras inexactas, pero ese no es el caso, todo lo que dije es más que cierto y por supuesto que tengo como probarlo.
Ellos me pronostican un mal final, me auguran el infierno, ya ni siquiera me dan una esperanza, me acaban de condenar; ellos, los pastorcillos de Belén, me acaban de hacer la cruz, me acaban de excomulgar.
Diego Alonso Granadino.
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