-"Es que no seas pendejo pues, aquí en Lima puedes ser de todo: ratero, borracho, coquero, pero nunca, maricón. Con eso si te jodes.
-Son huevadas, Renato. Vas a ver que yo, siendo como soy, voy a llegar bien lejos. Me voy a graduar de abogado y me voy a lanzar a la presidencia.
-¿Y yo seré tu primera dama o tu primer marido? –dijo Renato riéndose."

A Renato lo conocí cuando me inscribía al examen de admisión de la universidad. Yo postulaba a derecho y por cosas del destino, él también tuvo que hacerlo.
-¿Brother, sabes que mierda tengo que poner aquí? –me dijo.
-Creo que la carrera a la que postulas –le respondí confundido por su pregunta y sobre todo por sus enormes ojos azules.
-¿Tú a cual vas? –me volvió a preguntar.
-Puta, a Derecho creo –le dije.
-Okay, me caes bien asi que yo también voy a Derecho – me dijo.
Me reí.
-Te acabo de encontrar la vocación –le dije aun riéndome.
-Sí, me acabas de encontrar la carrera primo, te la debo. –me dijo también riéndose- Pero la huevada es ingresar ¿Sí o no?, además si ingreso, mi viejito me va dar su cañita pues.
-Puta que lechero eres. –le dije- Mi viejo ni siquiera sabe que voy a postular.
-Mejor huevón, si no ingresas no hay palta, en cambio mi viejo le ha dicho a todo el puto mundo –me dijo- Por cierto, ¿Cómo te llamas?
-Diego, ¿Y tú? – le dije dándole la mano.
-Renato, un gustazo Dieguito, ojala que ingresemos. –me dijo recibiendo mi saludo y mirándome fijamente.
Luego intercambiamos celulares, correos y quedamos en vernos pronto, pero estuve tan preocupado en el ingreso que me olvide de Renato y supongo que él también de mí. Ojala que Renato ingrese, pensaba echado sobre mi cama un día antes del examen.
Así fue. Un domingo a las seis de la tarde me entere que Renato y yo habíamos ingresado.
¿Aló? -dije
-¿Aló, Dieguito?
-Sí, ¿Quién habla? ¿Renato? –pregunté.
-Claro pues huevas, que tal, ¿Ingresaste o no? –me dijo Renato.
-Sí causa, ¿Tú? –le dije.
-Lógico pe, si ese examen estaba regaladazo –me dijo- Creo que la pregunta más tranca fue en la que me pedían mi nombre.
Nos reímos.
-¿Qué te parece si para celebrar nos vamos a dar una vuelta en el carro de mi viejo? –me dijo.
-Mostro, ¿Pero puta, no sería mucha conchudez de mi parte? –le dije un poco avergonzado.
-Para nada hombre, vamos no mas, yo invito. Mis viejos se han largado a festejar y yo estoy aburridísimo –me dijo- Al toque, dame tu dirección.
Le di mi dirección y una hora después, cuadro su flamante carro frente a mi casa.
-¿Qué te paso en la cabeza, huevón? –le pregunté tratando de disimular la risa.
-El concha de su madre de mi viejo, causa, me ha cagado el pelo –me dijo Renato, mostrando su cabellera trasquilada- Sube causita, que hoy día la reventamos.
-¿A dónde vamos? –me preguntó.
-No sé, ni idea. –le respondí- no soy de salir mucho.
-Bueno entonces vamos a mi casa, pero antes ¿no conoces por donde venden vitaminas por aquí? –me dijo.
-Claro pues, yo tengo mi casero, anda de frente hasta el malecón –le dije.
-Ah carajo, también le entrabas a la huevadita –me dijo arrancando el carro- eres del deshueve Dieguito, vamos a ser un dúo de puta madre en la universidad.
Llegamos al malecón y compramos un par de paquetes de coca y marihuana. Luego fuimos rumbo a Miraflores por la costa verde.
-Siempre que me armo tengo que fumarme un troncho luego, sino no duermo nada, me quedo tiesazo, llorando como un huevón. –dije.
-Yo me tomo unas pastillas para dormir y a la mierda –dijo Renato.
-.A mi me han dicho que si tomas pastillas después de armarte te puedes cargar.
-Son huevadas, tengo cinco años de coquero y no me ha pasado ni mierda –me dijo Renato- mas bien, ve armándote un tronchito pues, que me estoy aplatanando.
Armé el troncho rápidamente, mientras la brisa del fecal mar limeño se colaba por la ventana semiabierta.
-Carajo, todo un profesional armando su troncho. –me dijo Renato fumando con fuerza- ¡Mierda, que rica esta la hierba!
Dio unas tres pitadas más y me lo pasó, luego terminé por acabarme el troncho.
-No hay como la canabis para relajarse –dijo Renato.
-A mi no me relaja, a mi las drogas me vuelven maricón, recontra maricón –le dije.
-¿No jodas? ¿Te gustan los hombres? –me dijo sorprendido, mientras el carro subía la cuesta hacía Miraflores.
-Sí, bastante. Sobre todo tú. ¿Te jode?
-No huevón, para nada. Si a mi también me pasa. Puta, yo pensaba que era el único.
-Que chucha vas a ser el único, si a medio Lima se le chorrea el helado. –dije- Lo que pasa es que todos son una sarta de cabros que no se atreven a aceptarlo. Se cagan de miedo.
-Es que no seas pendejo pues, aquí en Lima puedes ser de todo: ratero, borracho, coquero, pero nunca, maricón. Con eso si te jodes.
-Son huevadas, Renato. Vas a ver que yo, siendo como soy, voy a llegar bien lejos. Me voy a graduar de abogado y me voy a lanzar a la presidencia.
-¿Y yo seré tu primera dama o tu primer marido? –dijo Renato riéndose.
-Tú serás lo que quieras, mi amor –le dije besándolo, mientras cuadrábamos el carro frente a su enorme casa en la calle Porta.
Entramos a la casa. Era preciosa, parecía nueva.
-Límpiate bien las tabas y no toques nada, porque mi vieja es maniática de la limpieza –dijo Renato.
Caminamos hacia su cuarto. Renato prendió su radio, nos quitamos la ropa y nos echamos en calzoncillos sobre su cama. Renato trató de besarme.
-¿Y si vienen tus viejos? –le pregunté.
-Ni cagando, tienen hasta mañana –me dijo.
-Okay, pero ahorita no tengo ganas de cachar. Mejor otro troncho, ¿Qué dices?
-No, mejor probamos que tal esta el paquirri -dijo Renato, mientras sacaba la coca de uno de sus bolsillos y ayudado por su DNI aspiro un poco de coca.
Jalamos todo lo que pudimos. Teníamos la garganta seca, los labios partidos, nuestros rostros estaban completamente tiesos.
-Vamos a cachar –dijo Renato haciendo gestos extraños con los labios.
-No, Renato, mejor no –dije totalmente duro- me siento mal, me duele el pecho, creo que me va a dar un infarto.
-Calla huevón, no seas mariquita. –dijo Renato echándose sobre mi- Cachar duro es riquísimo, mira te voy a enseñar.
Renato y yo tuvimos sexo torpemente. Sinceramente no me gusto mucho, pero él pareció disfrutarlo.
-¿Te gustó? –me preguntó recostado sobre mi pecho. Estábamos sobre la cama, aún desnudos, yo me moría por meterme un tiro más. Le pedí la coca Renato y jalé todo lo que pude. Mi nariz estaba a punto de arder.
-No sé, creo que no –dije mientras se me quebraba la voz- me siento horrible huevón, me siento sucio, siento que soy un coquero de mierda.
-No seas huevón, pues compadre –dijo Renato apartándose de mí- Que huevada contigo, trata de no pensar en eso. Cuando estas en rebote es mejor no pensar en nada.
-¿Es que no te das cuenta? –dije llorando- Soy un maricón, un puto maricón coquero, y yo no quiero ser así puta madre, yo no quiero.
-Puta pero a mi me gustas así –dijo Renato besándome el cuello- me gustas así bien mariconcito, eres mi mariconcito rico.
Renato parecía estar hablando dormido, casi no se le entendía nada.
-¿Me quieres? –le pregunté.
-Cómo mierda, huevón –me dijo- sin ti no voy a poder aguantar la universidad.
Traté de sonreír pero no pude, tenía la cara rígida.
-¿Crees que nos graduaremos? –le pregunté.
-Si dejamos la coca, tal vez –me dijo Renato aspirando más coca- pero por ahora, no me interesa averiguarlo.
- A mi tampoco –le dije y lo besé.
Diego Granadino.