lunes, 25 de mayo de 2009

MI PRIMER TRONCHO

A el gran Coche, que me inicio en la marihuana y en muchas cosas mas.


"En medio del camino, y mientras nos íbamos dejando atrás las últimas casas del barrio, Coche me hizo la pregunta más difícil de contestar que me hubiesen echo hasta ese momento: ¿Fumas hierba?"


“Los debuts” suelen ser acontecimientos memorables, emblemáticos, y en mi caso particular, hasta de valiosa importancia, pues recurro a ellos para crear historias y jugar a mezclar la fantasía y la realidad, y con eso, intentar ser escritor generando sensaciones en las personas –que bien o mal- me leen.
La primera vez que probé marihuana fue –probablemente- hace cuatro años. Yo era en ese tiempo –y tal vez lo soy ahora- un joven imprudente, altamente confundido, que vivía una constante pelea con sus padres y que se sentía el máximo descubridor de las cosas de la vida. No recuerdo la fecha exacta, pero acaba de cumplir catorce años, ósea que debió ser entre noviembre y diciembre del 2004. Mis padres siempre me inculcaron una cultura antidrogas, anti-vicios, de buenas costumbres, de estricta sumisión católica, y tal vez, hoy soy lo que soy, solo por darles la contra. Nunca vi a mis padres bebiendo licor o fumando, todo lo contrario, el único recuerdo que tengo de ellos, es el de gente trabajadora, que andaba de un lado a otro siempre muy ocupada, que no tenía tiempo para nada, ni siquiera para mi y es por eso, que tal vez nunca me falto nada, excepto ellos. Entonces –volviendo al tema- no tendría en mi deteriorada mente u organismo, ninguna probabilidad de hacerme un consumidor social, ni mucho menos un adicto, pero como a veces –sobre todo en mi vida- las cosas no suceden como tendrían que suceder: ese borroso día, en el barrio de Cuidad y Campo en el Rimac
–en circunstancias que ahora pasaré a explicar- me fume el primero de los muchos tronchos que pasaron por mi vida.
Imagino que estaba peleado con mis padres y por eso andaba durmiendo en una casa que no era la mía. ¿Cómo llegue al Rimac? Sinceramente no lo sé, podría decir que es la gran interrogante de mi vida, como lo es también, el como conocí a Coche, “El gran Coche”. Antes de escribir esta historia he tratado de buscarlo, pero me ha sido imposible dar con él, no conozco donde vive, ni siquiera sé su verdadero nombre, solo recuerdo su enormes ojos verdes, su voz estrepitosa y su facilidad para armar los tronchos.
Coche era un verdadero hijo de puta, era esas personas que no tienen absolutamente nada, pero que a la vez lo pueden conseguir todo. No había nada imposible para “El gran Coche”, eso lo aprendí muy bien y aún hoy practico sus enseñanzas, que no constaban en teorías extensas y aburridas, si no en la practica de sobrellevar la vida misma. Cuando no teníamos comida, pues la robábamos o nos íbamos sin pagar. Cuando no teníamos dinero para movilizarnos o comprar hierba, pues lo pedíamos: él un gringuito bien parecido y yo un trigueñito con cara de idiota, engañábamos a los incautos transeúntes de la avenida Alcázar, con el cuento de que nos habían robado y no teníamos como regresar a nuestra casa. Cuando no había manera de conseguir rila, Coche hacía algo que al principio me causó un miedo profano, pero que luego se convirtió en una de las cosas más endemoniadamente divertidas del mundo: fumar marihuana envuelta en páginas de la Santa Biblia. Cada vez que lo hacía, recordaba a mi abuela obligándome a rezar el Ángelus tres veces al día, a mi madre llevándome a la fuerza a sus grupos de oración y a los curas mañosones del San Francis intentando manosearme, esto causaba que traté de fumar sin medida y que en mis primeros delirios de fumón principiante, recuerde con rencor a mi familia y sobre todo a la iglesia católica, la que aún hoy en día, me sigue inspirando un odio visceral.
El borroso recuerdo que ha quedado en mi mente de ese día, es el de Coche a mi lado pidiéndome que lo acompañe a comer al otro lado del cerro, yo por supuesto acepte encantado. Tenía recién pocos días de conocerlo, pero ya habíamos congeniado bastante. En medio del camino, y mientras íbamos dejando atrás las últimas casas del barrio, Coche me hizo la pregunta más difícil de contestar que me hubiesen echo hasta ese momento: ¿Fumas hierba? Esa simple interrogante causó que mi rostro empalideciera, que mi mirada se pierda, que mi ritmo cardiaco se acelere. Yo jamás había probado marihuana, ni siquiera sabía como era, pero claro, nunca en la vida le diría que no, yo quería caerle bien, quería imitarlo, no quería que me tratase como un idiota. Así que le mentí y no contento con eso, lo inste a que la fumáramos juntos, y él, algo desconcertado por mi emoción, empezó a armar el primer troncho que yo había visto en mi vida. Yo rogaba que no me pida que lo arme, pues de inmediato se daría cuenta de mi inexperiencia, aunque yo presiento que él siempre lo supo, pero que prefirió callarlo para no hacerme sentir mal, pues luego, cuando ya estábamos fumando, me corregía a cada momento las maneras de cómo sujetarlo, ponérmelo en la boca y hasta el tiempo indicado para retener el humo y yo que soy un tonto, y a la vez un mentiroso, trataba de disimular con evasivas o pequeñas mentiras.
Para mi fue algo sorprendente que la marihuana no me intoxicara o me produzca nauseas, pues déjenme decirles que cualquier otro tipo de humo, pero con frecuencia el del tabaco, me causan un terrible malestar que me ha llevado a alejarme de discotecas o bares, en donde hombres y mujeres acaban su vida y de paso con la mía, fumando.
Luego de eso el gran Coche me llevo a comer, yo tenía mucha sed y en mi boca la saliva espesa y un sabor amargo me producían desazón, pero estaba eufórico, riéndome de todo y en ese momento descubrí que ya no sería el mismo de antes, que había cruzado la delgada línea de la inocencia, que a partir de ahora ese niño inocente y algo idiota, tendría que convivir con el delicioso vicio de fumar marihuana.
Desde ese momento he ido aprendiendo regularmente a fumar y suelo –en boca de mis amigos- ser graciosísimo al hacerlo, pues comienzo a dar discursos políticos o a narrar historias eróticas de amantes improbables, que a ellos les divierten mucho, como les divierte también, que mis ojos se achinen exageradamente y es por eso que en algunas partes de Lima, en las que suelen haber personas que han fumado conmigo, me apodan Chino.
Mi gusto por la hierba ha ido aumentando o disminuyendo dependiendo de la etapa de mí vida o mi estado de ánimo, en este momento por ejemplo, ese gusto exquisito ha menguado y mis neuronas tanto como mi alma están sosegadas y distraídas en escribir semana a semana, historias que tal vez imaginé cuando fumaba mucho.


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lunes, 18 de mayo de 2009

ESTIMADA ENEMIGA

Lima, 18 de mayo del 2009

Estimada Fiore:
Desde que me devolviste la carta de despedida que te hice, pensé que nunca más volvería a escribirte una, pero mira tú como son las cosas, hoy no te escribo para despedirme, si no, para felicitarte, o mejor dicho, para felicitarlos.
Yo sé que talvez, el rencor visceral que te inspiro, no te permitirá continuar leyendo esta sentida y romántica misiva, pero querida amiga, te recomiendo que sigas, tú misma me decías: “Nunca se sabe conmigo”
Hace mucho que no hablamos, ya se va cumplir un año desde la ultima vez que hicimos el amor en la cama de tu mami, por cierto, ¿Cómo esta ella? ¿Le siguen gustando Sosímo Sacramente, Toño Centella, Chacalon Júnior, El grupo Centeno y la entonadísima Marisol? ¿Sigue yéndose de parranda los viernes por las noche y regresando los lunes por la mañana con el pan calientito? ¿Sigue viéndose a escondidas de tu papi, con Raúl? Espero que siga tan bien como antes, tan alegre, tan divertida, tan chibolera, dale un beso y un abrazo de mi parte. Y bueno, ya que andamos con saludos, déjame saludar a tu papi, ¿Qué es de él? ¿Sigue viviendo en esa jatazo, mientras que tú vives en esa deteriorada y maltrecha casa de Ventanilla? ¿Sigue con su querida? Que tipo tu papi, un gran encantador de serpientes. Siempre recordaré que decías que se parecía mucho a mí, en ese tiempo no lo entendía y hasta me molestaba, pero hoy lo comprendo mejor que nunca, y claro, me duele un poco, pero es la cruda verdad, los dos somos unos mentirosos, canallas, traidores, embaucadores, ladrones, sacavuelteros, cobardes y algo afeminados, aunque yo, siempre seré mejor en eso que nadie, y tú, que no solo fuiste mi mujer, si no mi amiga y mi confidente, lo sabes bien.
Quiero advertirte querida amiga, que esta no es una carta inamistosa, para nada, esta es una carta fraterna, podría llamarla de reconciliación, y como ya te dije, de felicitación, pero eso lo explicaré luego. La amistad, como sabes, es para mi uno de los más preciados dones y aunque no parezca, trató de conservarla al máximo, tú fuiste mi amiga y lo sabes, compartí contigo momentos inolvidables, inenarrables y una que otra vez, aun siendo amigos, compartimos otras cosas, pero eso no esta bien contarlo, sobre todo sabiendo que estabas con mi mejor amigo. Sí, mi mejor amigo, ese al que tanto odiabas, pero del que sin embargo, fuiste mujer primero, ese al que tratabas de engañar creándote cuentas de correos falsas cuando estabas conmigo, ese que nunca podrás olvidar por que fue el que te hizo mujer a los doce años y ese del que yo también me enamoré, aunque no tanto como tú. Que nostalgia amiga, los primeros amores, los años escolares, por cierto, ¿Cómo va el cole? ¿En que grado ya vas? ¿Tercero, cuarto o quinto? ¿Sigues en ese no-escolarizado para natachas de la plaza Bolognesi? ¿Has vuelto a repetir? No, no creo, sería el colmo. ¡Como vas a repetir en Trilce! Bueno, seré hidalgo y reconoceré que fui el culpable, pero tú lo fuiste más, pues tenías mas ganas de hacer el amor que yo, y para complacerte tenía que llevarte a mi casa y procurar que se me pare las tres o cuatro veces que tenías ganas de hacerlo en la mañana. ¡Eras insaciable amiga! Pero te enmendaste e ingresaste a ese colegio mala muerte del centro de Lima, allá no creo que hallas repetido ¿No?... ¿Cómo? ¿También repetiste cuarto año en ese colegio? No, eso es imposible. Es improbable que alguien repita en Trilce, pero nadie, escúchalo bien amiga, N A D I E repite en un no-escolarizado ¡Por Dios! Que habrá dicho el “inteligentísimo arquitecto” que es tu papi. ¿De donde saliste? ¿Cómo se puede concebir que alguien repita tantas veces, teniéndolo todo? Y esto solo tiene una respuesta: el sexo. Sí, el sexo. Ese por el que te vuelves loca y eres capaz de matar a tus propios padres. Jaja ¿Te acuerdas las mentiras que inventábamos para que te quedes a dormir en mi casa? Pero ahora claro, ya no tienes sexo conmigo, bueno por lo menos físicamente, pero lo tienes con tu novísimo galán, que por su físico envidiable, el cual ha conseguido cargando centenares de balones de gas y oxigeno a diario, debe procurarte poses inimaginables, las cuales, por cierto, yo jamás podría realizar contigo ni con mujer alguna, pues en la actualidad el volumen de mi cuerpo ha aumentado notoriamente. Te debe traer loca ese muchacho, es un negrito mazamorrero… ¿Un negro? ¿Qué? ¿Tú la chica más racista de Canta Callao? ¿Tú la que tantas veces humillaste a tu hermana por embarazarse de un negro? ¡Que ironía, amiga! Y mírate tú ahora, orgullosísima de la mano de tu zambito, que imagino, debe tener un pene enorme, y que cuando hacen el amor se lo dices al oído, como me lo decías a mí comparándome con tu ex, al cual por cierto, no dejabas bien parado.
Ya me imagino lo que le dirás de mí, cosas que a él le deben interesar muchísimo, como me interesaba a mi como la tenía tal, o como besaba cual; pero imagino, en mi siempre mal pensada cabeza, que le dirás que fui todo lo malo que un hombre puede ser, y eso es verdad, por que en el fondo siempre quise ser mujer, cosa que sabes pero que te avergüenza. Le dirás también, que era un vago, un misio, una persona sin aspiraciones, y bueno, otra vez tienes razón, aun ahora que tengo un buen trabajo soy un vago, misio ya no tanto, y aspiraciones siempre las tuve querida, no sabes cuanta coca aspire estando contigo. Otra cosa que le contaras, como se lo contaste a cierto gringuito cajamarquino que postula una y otra vez a la Católica y no ingresa, son los problemas que tenía con mis padres, y digo tenía por que ya no los tengo, la preciada independencia económica y de vivienda que he alcanzado, ha logrado disipar todo tipo de problemas; independencia que por cierto, tú nunca alcanzarás, sobre todo ahora que ya no eres solo una, si no son dos.
¿A qué me refiero? Bueno pasaré a explicártelo, seré claro y conciso, no daré tantas vueltas, esas que te aburrían cuando tenía que explicarte algo, bueno ahí va: ¡Estas embarazada, darling! Sí, E M B A R A Z A DA. Que suerte amiga, te felicito, los felicito, no sabes la alegría que me da. Nunca he estado más feliz en toda mi vida que hoy. Un negrito o una negrita en camino, que envidia, como quisiera yo que un negro me embarace y ya no tenga que estudiar ni trabajar, solo dedicarme a vender gas a su lado. ¡Que ternura! Son la pareja perfecta. Tú, tan acostumbrada a las labores domesticas y él, un laborioso microempresario, representante nada mas y nada menos que de la distinguida marca Zeta Gas, que suerte amiga, como nos cambia la vida, a unos para bien y a otros, no es tu caso por siaca, para mal.
Ya no creo que puedas abortarlo, la noticia se ha difundido y sería vergonzoso hacerlo. No tuviste un novio prudente, que como yo, guardó la noticia. Pero me imagino lo que hoy te esta pasando por la cabeza amiga, me lo imagino por que te conozco, de seguro has llorado mucho, le has reclamado a tu novio, y has pensando, por que no, visitar a ese doctorcito de la avenida Perú, el cual se especializa en desembarazar a las chicas imprudentes, que como tú, por la calentura olvidan cuidarse. Ya eres como su caserita amiga, de seguro que te hace un descuento, pero eso si, no les cuentes eso tus amigas por Messenger, por que tu novio se puede enterar, y ahí si la canción, te hará lo mismo que te hice yo.
¿Qué cómo me enteré? Bueno, tengo mis informantes chaturris, pero eso no es lo más importante aquí, lo importante es el mensaje que deja esta bienintencionada carta, ¿Cuál es? Bueno que el mundo da vueltas, tú hace un año exactamente abortaste a una criatura inocente, una criatura que no tuvo como defenderse, pero no creas que te juzgo, como ya te dije, yo también lo hubiera echo, jamás tendría un hijo con alguien como yo, pero el destino, se ha encargado de hacerte otra vez madre y espero que esta vez no tomes el camino mas fácil, si no que asumas con madurez la responsabilidad de tus actos, y ojala que esto te sirva para que le próxima vez dejes del lado el sexo rico sin forro y uses ese insignificante látex, que aunque le quita sensibilidad, te libra de cosas por las que estas pasando ahora.
Ya deja de llorar amix, no ganarás nada con eso. Todo lo contrario, alégrate como yo, y no creas que me estoy burlando de tu desdicha, no, eso nunca. Todo lo contrario, me estoy haciendo mas famoso con ella, la estoy disfrutando pues esta semana tendré mas lectores que nunca, y todo gracias a ti amiga, tú cuando no haciéndome favores, aunque fuera de tan lejos.
Ahora me despido. No envío saludos, por que no sé si quieran recibirlos, pero cuenta conmigo para lo que fuese, incluso para acompañarte al doctorcito que te hizo abortar a mi hijo.

Atentamente

Tu amigo, Diego.

PDT: Mi número de celular es 98102*4264, llámame cualquier cosita. Besos.


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lunes, 11 de mayo de 2009

Los Vargas Risco

A Brayan y Juan Vargas Risco, por iniciarme en el futbol y en otros deportes.

"Sebastián conoció a Miguel cuando acababa de cumplir trece años. Su hermano mayor era el jugador estrella del barrio, una joven promesa que empezaba a hacer sus maromas en Universitario de deportes."


Luego de verlo a los ojos, después de tantos años, Sebastián recordaría el comienzo de su historia. Cruzaron sonrisas, miradas cómplices, reafirmaron sus ganas de guardar ese secreto, tal vez, para toda la vida. Esta enorme, pensó Sebastián. Los labios cerrados, dispuestos a quedarse así, la sonrisa congelada y en eso, las miradas se desprendieron, se evitaron nerviosamente una luego de la otra, emigraron a un espacio alterno y los pies comenzaron a moverse con rapidez, pasos largos, rápidos, temblorosos.
¿Desaparecerá otra vez?, pensaba Sebastián. ¿Por qué aparecía y desaparecía tan rápido? El sabor amargo en la boca, las ganas de alcanzarlo, de llamarlo, de oír su voz otra vez. Preguntas en su cabeza, las preguntas que siempre aparecían cuando lo veía o veía por televisión a su hermano el futbolista ¿Por qué se alejo de mí? ¿Qué mierda hice?
Sebastián conoció a Miguel cuando acababa de cumplir trece años. Su hermano mayor era el jugador estrella del barrio, una joven promesa que empezaba a hacer sus maromas en Universitario de deportes. A Sebastián le gustaba verlo jugar, lo iba a ver al viejo estadio de Magdalena, sentado siempre en la última grada, observándolo en silencio y a su lado Miguel: flaco, largo, con la cabeza rubia rapada, con esa mirada fija, imperturbable, a leguas orgulloso de que su hermano sea tan famoso. Es mi hermano, le dijo un día Miguel, señalando al jugador que se abría paso entre la defensa contraría y anotaba goles con una facilidad inigualable. Te felicito, tu hermano es un loco de mierda, va a llegar lejos, le respondió Sebastián tratando de caerle bien.
Así comenzó todo, ese fue el momento elegido por el destino para cambiar las vidas de ambos, luego de eso, no habría forma de retroceder el tiempo.
Se veían todos los jueves, se sentaban en la última fila, no existía el silencio cuando estaban juntos, el fútbol era lo menos importante en ese momento. Luego del partido se iban juntos al baño casi por inercia, se miraban en el espejo, se mojaban el cabello y se marchaban. Fue su rutina por meses, pero un jueves Miguel tardo más que de costumbre y al llegar saludo a Sebastián con una palmada en el hombro. Estaba sudando y tenía puesto un short deportivo que dejaba notar un enorme bulto debajo de esté, Sebastián lo notó de inmediato y trato de desviar la mirada. Vengo de ver unas porno, le dijo Miguel, hasta ahora la tengo dura. Sebastián sonrió y le dijo que no le creía. Miguel le dijo que era verdad y que si quería le enseñaba. Ahora Sebastián también la tenía dura, pero hacia hasta lo imposible para que no se note; a ver enséñame, le dijo. Vamos al baño pues, dijo Miguel poniéndose de pie y caminando orgulloso con el enorme bulto moviéndosele entre las piernas. Sebastián caminaba detrás, nervioso, observando a todos lados, las manos mojadas y el pene duro, durísimo, tratando de ocultarlo para que no se note.
Entraron en silencio, solo se oía a lo lejos el bullicio del fútbol. Sebastián pensaba: no lo hará. Llegaron a las duchas, la parte mas alejada de la puerta, Miguel no perdió tiempo y deslizo suavemente su short hasta las rodillas, su sexo erecto, su poco pelo, su piel canela, aparecieron de pronto. El rostro ardiendo, las manos inundadas, las piernas temblando, la boca otra vez sellada, como siempre que estaba nervioso, la mirada clavada en Miguel, en el piso de verdes losetas, en el sexo erguido, y la excesiva salivación.
¿Ves que no te miento? dijo Miguel, rompiendo el silencio. Sebastián trago saliva, trató de responderle pero no pudo, su brazo derecho, tal vez contra su voluntad, se acerco a Miguel. Sus dedos sudorosos acariciaron su pelvis lampiña, su mano temblorosa descendía hacia el sur y de pronto, se topó con su sexo. Lo cogió por completo, su mano parecía triturarlo, comenzó a acariciarlo, cada vez más rápido, a Miguel parecía gustarle. Sebastián tenía la mirada en suelo, no la levantaba por nada y de pronto: una mano sobre su hombro, obligándolo a ponerse de rodillas, presionándolo contra el piso. Ya en el piso, la misma mano lo sujetaba de la cabeza, lo ponía frente a su sexo, lo obligaba a probarlo, a comérselo. Ahora la mano ya no presionaba sino acariciaba, la sangre hirviendo, nervioso, sin saber que hacer con esa cosa dentro, temiendo hacerle daño con los dientes, sintiéndole un sabor salado, sucio. Su mente trató de recordar las películas en que vio una escena parecida, trató de imitarlas: movió su boca, su lengua, abrió su garganta, no se sentía bien, no lo disfrutaba, no sabía si parar o seguir, no sabía que pasaría después de eso. Miguel ahora movía su pelvis frenéticamente, la introducía una y otra vez en su boca. Sebastián se ahogaba, trataba de detenerlo con las manos pero no lo conseguía, lograba, a lo mucho, que reduzca su brusquedad. A lo lejos los gritos de euforia de los espectadores del partido les recordaban que no estaban solos y que tal vez pronto terminaría el partido. Por fin Sebastián logró sacar el sexo de Miguel de su boca, se limpio los labios, aun estaba de rodillas, escupió y elevó su mirada: y ahí la cara de Miguel mirándolo sonriente, agradecido. Ahora las manos lo sujetaban de los brazos, lo elevaban, lo ponían de espaldas a él, lo cogían de la cintura, le deslizaba el buzo… Continuará.
Diego Granadino.





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lunes, 4 de mayo de 2009

El cazador cazado

A Fer, de su enamoradísimo novio.

"Si ella no entendiera mi suicida vocación, le recomendaría, antes que el cruel paso del tiempo haga mas duro el adiós, se alejara de mí, pues espero vivir de esto el resto de mi vida..."


Estoy enamorado. Me cuesta decirlo, pero es verdad. Tal vez no me crean, pero les aseguro que nunca he dicho algo mas cierto que esto. Sé que a ella no le gustará que escriba sobre lo nuestro, pero tiene que entender que esta es mi manera de querer a la gente, que escribir se a convertido en la mejor manera de expresar mis sentimientos, de exorcizar los demonios que atormentan mi mente desde muy niño y claro, porque no, de vengarme de mis no pocos enemigos, sin golpes, insultos, escupitajos y otras artimañas callejeras en las que ellos, por supuesto, son insuperablemente mejores que yo.
Si ella no entendiera mi suicida vocación, le recomendaría, antes que el cruel paso del tiempo haga mas duro el adiós, se alejara de mí, pues espero vivir de esto el resto de mi vida y por lo tanto estoy felizmente condenado a escribir todo lo bueno o malo que me suceda y claro, andar siempre ajustado de dinero. Yo se que el dinero, tan importante en estos tiempos, es lo menos que le importa; lo que si le debe interesar, y mucho, es que siendo ella una señorita ligeramente tímida y alejada, por decisión propia, de cualquier conglomeración social, entiéndase por eso: fiestas, reuniones, agasajos, bautizos, polladas, entierros, etcétera, se vea inmersa en unos artículos maliciosos y tan poco profesionales, violando con eso, su tranquilidad y privacidad, tan bien ganadas.
Tal vez por mi egoísmo o por mi afán incomprensible de ser escritor, la pierda, y si eso sucede, lo entenderé y me dolerá mucho perderla, pero me dolerá mucho mas dejar que pasen los años y ser uno mas del montón, un mediocre que no luchó por alcanzar sus metas, no importa lo tan alejadas que estas fuesen, no seré uno de esos y les demostraré a los incrédulos que puedo ser escritor, tal vez no el mejor, pues no ha estado nunca en mi personalidad ser el mejor en nada, pero uno bueno, uno que trascienda.
Hoy escribo sobre ella pues no puedo pensar en otra cosa, solo en ella y sus cabellos mojados, sus enormes ojos marrones circundados por pestañas aun más grandes y su insaciable boquita en forma de corazón, la cual por cierto, he besado como a ninguna otra. No puedo dejar de pensar en esos besos interminables que nos damos en el oscuro pasaje de su edificio, en nuestros oídos alertas ante cualquier señal humana acercándose, en esos espías imaginarios que se regocijan observándonos y en nuestras despedidas sin fin. No puedo escribir por que tengo la necesidad de llamarla antes que todo, de saber como está, no puedo dejar de pensar en ella y por eso hoy hago esta historia, no tengo otra salida.
He adoptado la insana costumbre, para mi salud y bolsillo, de responderle los cientos de miles de mensajes de texto que me envía a diario, escribiendo, a veces, cosas innecesarias, absolutamente prescindibles, pero que siendo ella quien los crea, se vuelven para mi una literatura deliciosa, elemental, igualable tal vez a la de Vargas Llosa o Bolaño, y esto solo me hace pensar que estoy loco o que simplemente: ¡Estoy enamorado!
Quisiera pensar que ella está todo lo enamorada de mi como yo lo estoy de ella, pero eso es improbable. Nadie en su sano juicio podría enamorarse de mí, tal vez yo le pueda caer bien o le pueda parecer un payaso frustrado, pero no más que eso. Yo solo me conformo con mirarla, olerla, probarla, robarle sonrisas y hacerla, por algunas horas, la chica más feliz que he visto nunca. Su sonrisa es preciosa, es única, es perfecta, me hace feliz verla sonreír, procuro hacer siempre comentarios graciosos que la hagan feliz, y con eso, que pueda deleitarme con esa risita melódica a la que me he acostumbrado tanto y la que extrañaré mucho cuando, siguiendo su instinto de supervivencia, ella decida dejarme.
Lo hará, sé que lo hará. Ella dice que no, pero yo se que si. Sería lo mas lógico y si en verdad la quiero, tendría que procurar su bien y por ende, dejarla partir cuando me lo pida, si es que no ahora mismo, pues nunca estará bien a mi lado.
Amo su osadía, amo sus ganas de meterse en problemas, que es lo mismo que meterse conmigo, amo los huevos que tiene al casi obligarme a besarla en su escalera, sin temer a sus padres, a los que sin duda, yo temo mas.
Por eso y muchas otras cosas estoy enamorado de ella, lo digo convencido, sin dudarlo un instante siquiera. Aprovecharé todos los momentos que tenga a su lado y seré feliz y el día en que tenga que partir, la extrañaré pero lo entenderé y me quedaré solo, como siempre, pero nunca sin escribir, que es, al fin y al cabo, mi único consuelo.
Diego Granadino


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